Page 225 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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penetraron las costumbres extranjeras que corrompieron los recios há
bitos romanos. Juvenal expresó parte de su juicio con rotundidad:
«omnia Romae cum pretio» (III183 y s.) o en aquel otro pasaje en el
que habla de la «Ínter nos sanctissima divitiarum maiestas» (1112 y s.).
Decía vivir en una ciudad en donde todo tenía su precio y en donde
la honestidad estaba postergada por el vicio, que tomaba cuerpo en
una amplísima gama de concreciones. Ante semejante situación sólo
cabía la añoranza por tiempos mejores, el vituperio, la prédica moral
que se halla implícita en la crítica y, como recurso extremo, la huida.
Precisamente ésta fue la opción de Umbricio, el amigo de Juvenal,
que abandonó la capital para iniciar una nueva vida en la modesta y
despoblada Cumas (III2), un sensato y virtuoso contrapunto frente al
desenfreno tan absurdo como deshonesto que ofrecía Roma. Marcial
desde su Bilbilis natal reiteraba a su amigo Juvenal la sinrazón de la
vida en Roma y propugnaba el retiro campesino:
Mientras acaso tú, Juvenal, vagabundeas sin descanso entre los
gritos de la Subura o pateas la colina de Diana, nuestra señora;
mientras por los umbrales de los grandes la sudorosa toga te abani
ca y, en tu ir y venir, te agotan el Celio Grande y el Chico, a mí esta
Bilbilis mía, adonde he acudido después de muchos inviernos, alti
va ella con su oro y su hierro, me alberga y convierte en un campe
sino. (XII18. Trad, de F. Socas.)
Es probable que Luciano no conociera las Sátiras de Juvenal, pero
los rasgos con los que critica en su Nigrino la degradación moral de
Roma son en buena medida comunes con los del poeta latino. Y esto
es tan notorio que fácilmente se comprende que desde hace mucho
tiempo se compararan ambos textos y se debatiera la influencia que
Luciano podía tener de Juvenal. Sin embargo, estas similitudes a las
que aludimos se interrumpen —más bien se invierten— en un par
ticular: los griegos. Ya he comentado que en el Nigrino la figura del fi
lósofo la presentaba Luciano como la de un modelo moral en el que
se encarnaban las virtudes de la Hélade en general, que habían alcan
zado su mejor concreción en Atenas. Y su presencia en Roma es des
crita como una isla de serena moralidad rodeada de un piélago de vi
cio. En Juvenal se invierten los términos8: fueron los griegos los que
8 Sobre los griegos en Juvenal me remito al sugestivo trabajo de F. Socas, «Graecu
lus esuriens·, la actitud de Juvenal ante los griegos», en E. Falque, F. Gaseó (eds.), Graecia
capta. De la conquista de Grecia a la helenización de Roma (en prensa).
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