Page 226 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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aportaron el modelo de lujo y degradación moral que se encuentra en
        la base de la decadencia de las honestas costumbres ancestrales. Fue,
        según Juvenal, la próspera y viciosa Síbaris y no la pobre y virtuosa
        Atenas la que enseñó a los romanos, y fue la desvergüenza de las mu­
        jeres griegas la que trastornó el buen sentido de las matronas romanas
        (VI 184-199) y en Roma no se afincó un honesto filósofo paradigma
        de virtudes, sino una caterva de versátiles charlatanes que podían con­
        vertirse, si el hambre apremiaba y según las circunstancias, en gramá­
        ticos, rétores, geómetras, pintores, masajistas, augures, acróbatas, mé­
        dicos, magos y en unos imprescindibles hombres de confianza en las
        casas  de los notables  (III 65-79),  que desplazaban a otros y ejercían
        una insoportable tiranía sobre los sufridos y honestos clientes. Para Ju­
        venal los griegos de su tiempo y en especial los que estaban en Roma
        no sólo no eran un modelo de virtud, sino que por el contrario vinie­
        ron a ser un importante estímulo para el desbarajuste moral de la ciu­
        dad. En la versión de Juvenal no era el sabio griego-ateniense quien
        debía sufrir los embates y ejercitar su virtud en el gimnasio que le ofre­
        cía la pervertida Roma; al contrario, era Roma la que se degradaba re­
        cibiendo a gentes originarias de Sición, Amidón, Andró, Samo, Tra­
        lles, Alabanda o cualesquiera otras ciudades griegas (III 69 y s.)9. Los
        griegos, en fin, formaban un ejército de picaros que en modo alguno
        son citados como ejemplos, sino como introductores o estímulos de
        los vicios romanos.
           Frente a esta forma de ver las cosas de Juvenal, cabe preguntarse
        qué significaba la exaltación de la doctrina y entereza moral de un fi­
        lósofo ateniense, presentado como un enclave de honestidad que vi­
        vía rodeado por el vicio de Roma. Luciano en su Filosofía de Nigrino
        insiste en diferenciar por medio de la figura del filósofo dos formas de
        entender y vivir la vida: una es la ateniense y la otra romana, una so­
        bria y la otra desmesurada, una virtuosa y la otra viciosa, una libre y la
        otra  dependiente,  una  sosegada y  la  otra  inquieta.  Poner  a Atenas
        como modelo no sólo significaba referirse a una ciudad con un glorio­
        so pasado, sino  que Luciano  de  esta manera reivindicaba la ciudad
        que era considerada la representante más digna de todas las virtudes
        con las que los helenos de la época deseaban reconocerse. Precisamen­
        te por ésta su condición de paradigma había sido celebrada en el Pa-


           9   «Con la nómina de estas localidades se quiere abarcar el ámbito griego de más so­
        lera, exceptuando, eso sí, Atenas: Sición es el Peloponeso, Amidón es la Grecia conti­
        nental, Andró y Samo son las islas, Tralles representa la costa de Asia y Alabandos el in­
        terior.» Cfr. F. Socas.

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