Page 234 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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de que se admitiera para la guerra de la frontera del Danubio un
oráculo suyo en el que se indicaba que debían echar al río dos leones
(48, cfr. SHA, vit. M. Anton., 12)35.
Las concepciones, prácticas y rituales de los que Alejandro supo
rodear el santuario de Glicón se ajustaron a las normas y tendencias
de la época. En primer término el dios se asoció con la ciudad y se
supo que por su intercesión se alcanzarían múltiples beneficios para
todos sus devotos. La asociación entre la ciudad y el dios Glicón se ex
presó con notable plasticidad en una moneda en la que aparece repre
sentada la ciudad —ya Ionópolis— con la forma de una mujer de tor
so desnudo que da de comer a una serpiente que se enrosca en tomo
a ella36. Había algo más que sensibilidad religiosa y la esperanza de
que la divinidad interviniera en favor de la ciudad; se sabía que la ins
talación de estos centros religiosos por las numerosas personas que
atraían eran una fuente de prosperidad. Luciano, al tiempo que se re
fiere a otras cosas, lo dice expresamente:
Como quiera que afluían montones y montones de gentes y
que la ciudad estaba saturada de masas que acudían a consultar el
oráculo, y no tenía recursos suficientes para acogerlos a todos, da
vueltas a su cabeza e inventa los llamados «oráculos noctur
nos» (49).
Por estos motivos es fácil comprender que se asimilara a Asclepio
en su versión glicónida con la ciudad de Abonutico, que la ciudad de
Abonutico lo incorporara a su simbología introduciendo al dios en
sus monedas y que lo entendiera como un signo de identidad y afir
mación frente a las ciudades vecinas, en especial Amastris (25)37. Des
de esta perspectiva se pueden comprender mejor algunos pasajes y si
concedemos crédito a la parte de la obra en que se narra que estuvie
ron a punto de lapidar a un joven que ponía en duda la veracidad del
oráculo (44, 45), podríamos ver la reacción no sólo de unas personas
que eran unos fanáticos seguidores del oráculo, sino también de per
sonas que, como los plateros de Efeso ante la predicación cristiana
{Act., XIX 23-29), pudieron entender que se atentaba contra su fuente
de recursos que en este caso no eran templetes de Artemisa, sino el tu
rismo religioso que giraba en torno al oráculo. Luciano habla de «los
35 Cfr. Caster, Études, 68-70.
36 L. Robert, 400 y s.
37 Ibtd., 412; C. P. Jones, 140.
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