Page 240 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
P. 240
cios a veces subjetivos, en los que la moderna filología del Nuevo Tes
tamento se ve implicada, parece claro y comúnmente admitido que la
predicación de Jesús debe situarse dentro de la agitada perspectiva me-
siánica que se vivía en la Palestina del primer cuarto del siglo i. La pre
dicación del Nazareno se centró en la inminente llegada del Reino de
Dios1. Salvo detalles particulares en las parábolas llamadas del Reino,
Jesús no definió ni interpretó el significado de este concepto, sino sim
plemente lo anunció como algo futuro, pero inminente. Esta carencia
de explicaciones sustanciales en torno al Reino2 ha llevado a muchos
teólogos al convencimiento de que Jesús hablaba del Reino mesiáni-
co de la tradición veterotestamentaria, del Reino que entendían es
pontáneamente sus oyentes, es decir, del cumplimiento de las anti
guas promesas, del Reino de Dios implantado en la tierra de Israel3.
Este Reino era por esencia teocrático y de doble naturaleza: religioso
y político4. Este doble ámbito supondría el triunfo militar y diplomá
tico de Israel sobre todos sus enemigos terrenales, de modo que —por
una parte— se viera libre de todo constreñimiento para cumplir per
fectamente la Torá, la ley divina proclamada por medio de Moisés, y
—por la otra— pudiera obligar en lo posible al resto de las naciones a
respetar, por lo menos, esa Ley. Simultáneamente la doble tesitura im
plicaba una época, instaurada por Dios, de enorme prosperidad eco
nómica. En esta doble perspectiva se cumpliría plenamente la alianza
que Dios había hecho con Israel como pueblo elegido, y éste sería el
instrumento de la soberanía universal de Yahvé5.
Esta brevísima síntesis de lo que suponía el Reino de Dios para un
judío del siglo i, junto con la afirmación de que el núcleo del mensa
je de Jesús consistía en proclamar justamente la venida de ese Reino,
supone incardinar sin sombra de duda a Jesús en el espíritu religioso
1 Cfr. J. Peláez del Rosal, «Jesús y el Reino de Dios», en A. Piñero (ed.), Orígenes del
Cristianismo, Córdoba (El Almendro), 1991, 221 y ss.
2 Cfr. J. Gnilka, Jesús de Nazaret. Mensaje ehistoria, Barcelona, 1993, 173: «En nin
guna parte del evangelio hallamos una explicación de lo que es el reinado de Dios.»
3 Sobre Jesús y el Reino/Reinado de Dios, cfr. A. Piñero, «El “evangelio” paulino
y los diversos “evangelios” del Nuevo Testamento», en ibid., Fuentes del Cristianismo. Tra
diciones primitivas sobre Jesús, Córdoba, El Almendro, 1994, 270-307.
4 Cfr. G. Puente Ojea, El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe alJesús de la historia,
Madrid, 1992, 86 y ss.
5 Esta concepción del Reino de Dios, de la Alianza y de la promesa a los padres es
la que se desprende de la declaración programática que subyace tras el entramado de
textos veterotestamentarios aducidos por Lucas en los dos primeros capítulos de su
evangelio, donde se delinea el programa de la actividad de Jesús y su precursor y los pla
nes que la divinidad tiene sobre ellos.
248