Page 243 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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no es entendido correctamente por los estratos dirigentes en su verda
dera significación (un deseo no de ruptura y sustitución del Templo
como lugar preferente del encuentro con Dios, sino una profunda as
piración a que este lugar desempeñara el papel que Dios le había otor
gado), sino como la muestra evidente de un Jesús que ataca de modo
ostensible a la aristocracia sacerdotal: era ésta la que se aprovechaba
inmediatamente del tráfico de mercancías conectado con el culto. El
ataque de Jesús no iba dirigido contra pobres gentes y pequeños trafi
cantes, sino contra los sacerdotes, saduceos en su mayoría, indirecta
mente aliados de Roma, que controlaban financieramente el Templo,
apartándolo de su verdadera misión. Bajo esta luz hay que considerar
la acusación de la cúpula judía contra Jesús de que quería destruir el
Templo (Me 14, 58 par): en el fondo, parece evidente que el Nazare
no —en la misma línea que los esenios disidentes que se habían reti
rado a Qumrán, que se apartaron del Templo porque tenían de él una
altísima consideración— había atentado con su predicación y hechos
contra lo establecido por la cúpula judía con la anuencia de Roma: ha
bía que sustituir el culto corrompido del Templo por uno puro, den
tro del marco de la fidelidad a la Alianza. Tampoco esta intención po
día pasar desapercibida a los ojos de la autoridad romana: el Templo,
restaurado, sería la sede visible de irradiación de la teocracia que los ju
díos piadosos de la época, como Jesús, pretendían restaurar. Y puede
comprenderse que tal teocracia era inaceptable para Roma.
Tampoco arrojaba ninguna luz favorable sobre Jesús su negativa a
pagar el tributo al César (Me 12,11 y ss.), y su más sensata interpreta
ción. La exégesis tradicional entiende este pasaje como la plasmación
de una respuesta positiva de Jesús respecto a la cuestión del pago del
tributo a las autoridades romanas. Pero bien considerada la respuesta,
el significado de ella puede ser exactamente el contrario: al César sólo
debe dársele lo que es propio de él; la tierra de Israel es sólo de Dios,
es propiedad exclusiva de la divinidad; entregar al César el importe de
una exacción que sale de la tierra de Israel es dar al emperador lo que
es de Dios. Por consiguiente, los judíos deben abstenerse de pagar el
tributo. Naturalmente, Jesús era demasiado astuto como para compro
meterse paladinamente con una respuesta demasiado abierta. Pero
que ésta fue su intención se deduce con claridad de un pasaje comple
mentario de Lucas17. Para Jesús y sus discípulos, Jerusalén representa
17 Cfr. 23, 2: «Comenzaron (los dirigentes judíos) a acusarle diciendo: Hemos en
contrado a éste alborotando al pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo
que él es el Cristo Rey.» Este texto es un testimonio excelente de la proyección política
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