Page 248 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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duradero30. Lo mismo podemos decir de la supeditación de los lazos fa­
       miliares a la espera ansiosa del Reino31. Siguiendo las consignas de Je­
       sús32, la ética de interinidad, con los ojos puestos en el final inmediato,
       de esa primerísima comunidad cristiana,  tenía que generar necesaria­
       mente una corriente absolutamente contraria a las disposiciones del em­
       perador Augusto tendentes a favorecer en Roma, y fuera de ella, una fa­
       milia estable,  sólida y numerosa.  La inminencia del Reino hacía que
       fuera necesario «aborrecer padre y madre, hijos, hermanos y hermanas»
       (Le 9,61 y s.). ¿Qué sentido tenía casarse cuando se acababa el mundo?



       Pa blo  d e T a r so y  las  c o m u n id a d e s  paulinas
           ¿Qué decir del cristianismo estrictamente paulino? De él tenemos
       suficiente información directa gracias a las cartas auténticas del apóstol,
       e indirectamente por las llamadas epístolas deuteropaulinas y los He­
       chos de los Apóstoles. Que Pablo supone un corte y una novedad radical
       respecto al mensaje de Jesús que puede entresacarse de los evangelios
       es  algo  bastante  evidente,  y ha  sido  múltiplemente  señalado,  sobre
       todo por la teología protestante de este siglo. El apóstol proclama ha­
       ber recibido su «evangelio» directamente por una revelación, sin partici­
       pación alguna de «carne y sangre», es decir de otros apóstoles (Gál 1,11).
       Su gran lucha a lo largo de toda su vida fue defender su interpretación
       del cristianismo frente a los que proclamaban «otro evangelio (Gál 1,
       6), es decir, el de los más inmediatos seguidores de Jesús (judeocristia-
       nos), probablemente miembros de la comunidad jerusalemita.
           Una de las grandes novedades de Pablo fue introducir en el cristia­
       nismo, ayudado por conceptos gnósticos (que eran como una especie
       de atmósfera espiritual que se extendía por la cuenca del Mediterráneo
       por aquellos días)33, un sentido radicalmente espiritualista y ultraterre-

           30  Cfr. Le 12, 22.33: «Por esto os digo: No os preocupéis de la vida, qué vais a co­
       mer; ni del cuerpo, qué os vais a poner...»; 18, 22: «Te queda una cosa (para ser perfec­
       to): vende todo lo que tienes y distribuye el importe a los pobres...»; Me  10,  17-26: el
       joven rico, a quien Jesús aconseja de igual modo.
           31  Estos temas han sido tratados con detenimiento por G. Puente en su obra Ideo­
       logía e Historia. El cristianismo comofenómeno ideológico, Madrid, 1974 (5.a ed., 1991),  188-
       200. Cfr. igualmente A. Piñero, «Fuentes del cristianismo», art. citado, 289 y ss.
           32  Cfr. Le 14, 25: «Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: Si algu­
       no viene donde mí y no odia a su padre y a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus her­
       manos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.»
           33  Cfr. A. Piñero (ed.), Orígenes del Cristianismo, Córdoba, El Almendro, 1991, «Epí­
       logo», 412 y ss.

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