Page 250 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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ma socialmente, del Imperio quedan diluidos y sin importancia «en el
        seno de una conciencia que a fuerza de idealizar los factores que defi­
        nen su situación personal real acaba tomando como realidad lo que es
        sólo  una  racionalización  inconsciente  de  su  vocación  mística  inte­
        rior»38.  Bajo  esta misma perspectiva  espiritual  se  explica  que  Pablo
        adoptara una actitud ante el orden social establecido que no habría
        compartido  de ningún modo Jesús:  obediencia casi absoluta.  Nadie
        ha de preocuparse en alterar su condición social, puesto que todo lo
        de acá abajo es transitorio y sin valor. «Que cada uno permanezca en
        el estado en el que ha sido llamado» (1 Cor 7,17). Así, los que son es­
        clavos «deben obedecer a sus amos según la carne como a Cristo».
           Bajo esta perspectiva también se explica la actitud paulina ante el
        estado que es de dócil y absoluta sumisión, aunque en el fondo no es
       más que temor o, mejor, indiferencia. En la Epístola a los Romanos,
        el producto más maduro de su pensamiento teológico, escribe Pablo:
        «Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autori­
        dad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido
        constituidas. De modo que quien se opone a la autoridad, se rebela
        contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la
        condenación  [...]; es preciso someterse no sólo por temor al castigo,
       sino también en conciencia. Por eso precisamente pagáis los impues­
       tos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese
        oficio. Dad a cada cual lo que se debe: a quien impuesto, impuestos;
       a quien tributo, tributos; a quien respeto, respeto; a quien honor, ho-
       nop> (13, 1-7).
           La diferencia con la postura de Jesús, pretendiente mesiánico en
       un Israel dominado, es sencillamente escalofriante. Para los de arriba,
       los discípulos de Pablo eran súbditos ideales por lo sumisos, aunque
       carecían en realidad de todo impulso verdadero interior para asumir
       las tareas de ciudadano o participar en la vida del Estado. En realidad,
       el desprecio absoluto del mundo de acá abajo —de la «carne»— con­
       duce de hecho a los discípulos de Pablo a la más extrema sumisión a
       los poderes económicos, sociales y políticos constituidos, ya que uno
       de los valores primordiales de la ética paulina es la mansedumbre, por
       un lado, y, por otro, pasar por este mundo sin pena ni gloria, sin pro­
       blemas molestos, preocupados únicamente por esperar el final «agra­
       dando al Señor» (cfr. 1 Cor 7,34). Esta actitud pasiva conduce a la idea
       de que  sufrir pasivamente por las  circunstancias sociales y políticas,



           38  G. Puente, op. cit., 216.
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