Page 253 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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bre Jesús de tal modo que la tradición cristiana quede exonerada del
       lastre de ese contexto político-religioso, apocalíptico y exaltado en el
       que se insertó realmente la vida y obra de Jesús. Esta tarea despolitiza-
       dora del cristianismo parecía muy conveniente  en aquellos  días  del
       triunfo flavio sobre los judíos. Los hitos fundamentales del evangelio
       de Marcos que sugieren esta tendencia son la ambigua presentación
       del episodio del pago del tributo al César (Me 13,2) donde, en contra
       de lo que luego dirá Lucas43, el lector apresurado parece entender que
       Jesús abogaba por el pago del tributo; luego la predicción de la des­
       trucción del Templo (Me 12,  13-17) presentada como si Jesús hubiera
       preanunciado la catástrofe del 70 como castigo de la infidelidad  del
       pueblo judío hacia su persona y misión; el disimulo del carácter vio­
       lento de algunos discípulos o de ciertas implicaciones violentas de la
       doctrina de Jesús44, etc. El telón de fondo de la narración de Marcos
       es la idea de que Jesús, aunque judío de nacimiento, nunca fue enten­
       dido por su pueblo, que no aceptó jamás su autoridad y doctrinas. El
       divorcio más claro se expresa —según los evangelistas— en las senten­
       cias  de Jesús,  que  critican  durísimamente  a los  fariseos  y saduceos
       como representantes y mentores máximos del pueblo judío45.
          Hay, pues, un claro acercamiento del evangelio de Marcos hacia
       los romanos y un alejamiento del judaismo. Con Marcos comienza la
       tendencia a exonerar a Pilato de la culpabilidad en la muerte de Jesús
       para  cargarla,  casi  exclusivamente,  sobre  los  judíos:  «Pilato  se  daba
       cuenta de que habían entregado a Jesús por envidia»... y les preguntó:
       «Pero ¿qué mal os ha hecho?» (Me 15,10.14). Marcos colorea así, con

          43  Cfr. 23, 2: «Comenzaron a acusarle diciendo: hemos encontrado a éste alboro­
       tando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César...» (pasaje citado en n.  17).
       El texto de Marcos parece deliberadamente ambiguo, precisamente por esa tendencia a
       presentar a Jesús distanciado del judaismo.
          44  Cfr. los textos siguientes: Le 6,15: Jesús escoge como discípulo a Simón, «llama­
       do el zelota»; 22, 35-37: ante la requisitoria de Jesús («vender el manto y comprar una
       espada») responden los discípulos: «Señor, mira, aquí hay dos espadas»; Mt 10, 34: «No
       penséis  que vine  a traer la paz,  sino la espada...»;  11,  12:  «El Reino  de los cielos  está
       irrumpiendo con violencia y los violentos lo arrebatan.»
          45  Para la investigación de hoy existen pocas dudas sobre el carácter partidista y dis­
       torsionante de la visión de los evangelistas respecto a las disputas de Jesús con los fari­
       seos. Del análisis de las fuentes se deduce con muchísima verosimilitud o bien que Je­
       sús mismo era un fariseo, aunque atípico, o bien que pertenecía a un grupo que estaba
       fundamentalmente de acuerdo con las doctrinas de aquéllos (aunque criticase sus prác­
       ticas): cfr. H. Maccoby, Judaism in thefirst Century. Londres 1989, 38 y ss.; N. Fernández
       Marcos,  «Los  Manuscritos  del  Mar Muerto  y el judaismo  de  la época  de Jesús»,  en
       A. Piñero-D. Fernández-Galiano (eds.), Los Manuscritos del M ar Muerto. Balance de hallaz­
       gos y  de cuarenta años de estudio, Córdoba, El Almendro,  1994,  130 y ss.

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