Page 252 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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dominación del Imperio Romano. La actitud de Pablo es muy otra.
       Johannes Weiss escribió a este propósito certeramente:  «El hecho de
       que Pablo pudiera aceptar la idea de que el orden político de su épo­
       ca —el del Imperio—, a saber, que en la administración de los funcio­
       narios  de su tiempo  operaba un principio  divino,  sólo pudo  tomar
       cuerpo porque Pablo no era un judío palestino que odiase a Roma,
       sino uno helenista y un ciudadano romano. Hasta un cierto punto,
       Pablo compartía el sentimiento de gratitud de las provincias que veían
       en el Imperio el refugio de paz, el principio del orden frente al caos y
       la garantía de la ley. Baste sólo comparar esta actitud con la que se tras­
       luce en el Apocalipsis de Juan, quien ve en el Imperio un instrumento
       de Satán, para comprobar la diferencia. No podemos olvidar que para
       Pablo [...] el funcionariado romano era una protección más fidedigna
       para su actividad religiosa que la de aquellos que debieron haber sido
       sus protectores, es decir, los dirigentes de su propio pueblo. Pero más
       allá de estos condicionantes personales, Pablo debió de haber tenido
       una aversión profunda al mesianismo zelota de Palestina. En Pablo se
       hallaba enraizada una connatural aceptación de las fuerzas de la ley y
       el orden.  El Estado  es el principio que frena el pleno desarrollo del
       mal»41. En nuestro país ha sido G. Puente quien ha puesto de relieve
       con más énfasis este aspecto de la teología paulina: «La interpretación
       paulina aportaba al Estado y a la sociedad romanos una nueva legiti­
       mación ideológica que le permitiría perpetuar su existencia [...]; pero
       este modelo ideológico no se perdería con la ruina del Imperio Roma­
       no: el hombre occidental lo ha sabido utilizar en formas renovadas y
       cambiantes, pero con una función que es esencialmente la misma, a
       saber: el mantenimiento del orden económico vigente.»42.


       Los EVANGELISTAS  s in ó p t ic o s

          La perspectiva de las  comunidades  cristianas posteriores  al  gran
       fracaso judío del 70 es ya bastante distinta. Un análisis del evangelio
       de Marcos, que puede muy bien representar las tendencias teológicas
       de una comunidad (¿de Roma?) en torno a esa fecha, nos muestra ya
       un deslizamiento de los puntos de vista. De manera consciente o in­
       consciente, como particular o como representante de un grupo cristia­
       no determinado, Marcos nos presenta el material que ha recogido so­

          41  Earliest Christianity A .D. 30-50, trad, inglesa, Londres, 1961, II 591.
          42  Ideohgía e Historia, 223.
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