Page 245 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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L as  pr im e r a s  c o m u n id a d e s  c r istia n a s
          Sobre este fondo de excitación mesiánica, y cuando el movimien­
       to  de pugna civil y política de los judíos  oprimidos frente  a Roma
       —que desembocará en la guerra del 67-70— va tomando cuerpo, nace
       el cristianismo. Sobre la comunidad más antigua, la iglesia madre de
       Jerusalén, apenas sabemos nada directamente. También en este caso la
       crítica filológica e histórica deduce los rasgos  sociales y la ideología
       teológica de esta comunidad gracias al análisis de los testimonios so­
       bre ella en obras posteriores, fundamentalmente los Hechos délos Após­
       toles.  Según podemos sospechar verosímilmente, la primera comuni­
       dad debió de perecer juntamente con los otros movimientos piadosos
       judíos radicados en Jerusalén en la catástrofe del 70. Es verdad que te­
       nemos noticias de Eusebio de Cesarea21 de que estos cristianos huye­
       ron a Cisjordania, a la ciudad de Pella concretamente, antes de que las
       tropas de Tito cercaran a muerte a Jerusalén. Pero de esta noticia hay
       que deducir que fue sólo una pequeña parte la que huyó allí —la que
       luego fue denominada «ebionita» o la que se transparenta a través de
       las Homilías Pseudoclementinas12—, pero que el grueso de la comunidad
       debió de permanecer en la ciudad santa pereciendo allí.
          De los relatos evangélicos y de los primeros  capítulos de los He­
       chos, y de un muy famoso texto de Hegesipo sobre la muerte de San­
       tiago23  se  deduce  que  esa  primera  comunidad  judeocristiana  tenía
       gran afecto por el Templo, como sede de la presencia divina, y lo fre­
       cuentaba asiduamente orando allí, como buenos judíos leales a la Ley
       de sus padres. La visión religiosa de este grupo de primerísimos cristia­
       nos (más propiamente «nazarenos», cfr. Hch 24, 5) era esencialmente
       la ortodoxa judía. Santiago, el hermano de Jesús, indicó a Pablo que
       «son miles y miles los judíos que han abrazado la fe (cristiana) mante­
       niéndose celosos partidarios de la Ley» (Hch 21, 20).  Su única diferencia
       con el resto de los grupos judíos era su afirmación de que el mesías ha­
       bía venido ya24: por muy extraño que fuera, era ese varón a quien las



          21  En su Historia Eclesiástica III 5, 3.
          22  Sobre los ebionitas, cfr. un claro resumen de sus doctrinas en J. Montserrat, La
       sinagoga cristiana. Elgran conflicto religioso del siglo i. Barcelona,  1989,166-170.
          23  Recogido por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica, II, 23, 4-18.
          24  O bien para el grupo minoritario, que luego conocemos como ebionita, como
       el profeta por excelencia, el profeta perfecto que anuncia la llegada del Reino de Dios.

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