Page 244 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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ba una sociedad corrompida precisamente por la influencia de la cul
tura y moral de los gentiles. En esto Jesús seguía la postura de Juan el
Bautista de quien había sido discípulo (Mt 3, 13 par, y especialmen
te 12, 34)18, La predicación del Bautista sobre la inmediata «visita» di
vina en juicio y condenación (Le 3, 16 y ss.) era, a la vez, una protes
ta con tintes mesiánicos. Los enemigos del Dios de Israel eran «raza de
víboras» (Le 3, 7 y ss. par) y el castigo estaba cercano: «Ya está el hacha
puesta en la raíz del árbol; todo árbol que no dé buen fruto será cor
tado y arrojado al fuego» (Le 3, 9).
Este Jesús, cuya ideología podemos reconstruir a grandes rasgos ana
lizando críticamente los diversos estratos de los evangelios, dista bastan
te del Cristo pacífico y universalista de otra línea de la propia interpre
tación evangélica, sobre todo en Mateo y Lucas19, especialmente en los
pasajes más redaccionales cuando los evangelistas nos transmiten su vi
sión sobre Jesús. Pero desde la perspectiva de un Jesús teocrático, mesia-
nista judío, profundamente insatisfecho con la situación moral, social y
política del país, podemos comprender muy bien cuál debió de ser su
postura respecto al Estado, encamado en el Imperio Romano, junto
con su vida cultural, política y económica: ninguna participación y nin
gún aprecio; rotundo rechazo y antagonismo hasta su propia muerte.
Para Jesús, el Imperio y Roma eran lo que más tarde un escrito profun
damente judío también, el Apocalipsis, habría de plasmar en duras imá
genes: la Bestia, la infame prostituta que corrompe cuanto toca. De par
ticipación en la vida del Imperio, ¡nada! Si en su mano estuviera, Jesús
habría deseado ardientemente la aniquilación del Estado vigente para
ser sustituido por otro, cuyo único monarca en verdad sería Dios20.
indirecta del mensaje de Jesús: conmueve a las masas peligrosamente (como el Bautis
ta: cfr. Flavio Josefo, Antigüedades de bs Judíos, XVIII 5, 2); se niega a contribuir al sus
tento de un sistema político extranjero que representa un obstáculo para que Israel sea
la tierra de las promesas; se proclama mesías, lo que para la mayoría de las gentes de su
época implicaba también un liderazgo político.
18 Cfr., en contra, J. Gnilka, op. cit., 100-107.
19 Cfr. A. Piftero, «El “evangelio” paulino y los diversos “evangelios” del Nuevo
Testamento», 343 y s.; 348 y s.
20 En contra, Gnilka, op. cit., 289 y s., quien opina que, aunque Jesús acabó siendo
una víctima del poder del Estado, eso no significa que hubiera «adoptado una actitud
de rechazo ante la autoridad estatal de su tiempo». Pero luego afirma que, de lo poco
que se nos ha transmitido en esta materia, «es difícil no deducir que había en Jesús cier
ta reserva y escepticismo a este respecto, nacidos de un sentimiento de soberanía inte-
riop> (ibíd) y cita a Me 10,42: «Sabéis que los que parecen ser los gobernantes de las na
ciones las oprimen y sus magnates ejercen violencia contra ellas.» Este texto adquiere
una luz bien distinta desde la perspectiva de una exegesis del episodio del pago del tri
buto a la luz de Le 23, 2, como hemos propuesto más arriba.
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