Page 241 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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de la comunidad judía que vivía en Palestina en la llamada época del
       Segundo Templo (desde el exilio babilónico hasta la destrucción del
       santuario en el 70 d. C.)6. «La predicación de Jesús se sitúa en el mar­
       co de la religión judía. Jesús no fue un cristiano7, sino un judío, y su
       predicación se mueve en el marco de las ideas y de la concepción del
       mundo propia del judaismo, incluso cuando se muestra en oposición
       a ciertas ideas tradicionales de la religión judía»8.
          Tanto desde el punto de vista protestante como católico, o inclu­
       so judío actual9, se ha llegado hoy a la conclusión, en contra de ante­
       riores opiniones, de que Jesús, al menos al final de su vida, se creyó a
       sí mismo el mesías de Israel10. Pero con matices: parece bastante claro
       también que no fue un activista político al estilo de Judas el Galileo11,
       o de los que luego participaron en la Guerra Judía del 67-70, sino más
       bien un creyente en la acción exclusiva de Dios como instaurador de
       una nueva Jerusalén en el marco de un pueblo purificado por la peni­
       tencia12 y fiel cumplidor del espíritu de la ley mosaica13. Su mensaje
       exigía la purificación individual gracias al arrepentimiento y la dispo­
       nibilidad personal ante la venida del Reino14. Jesús estaba convencido
       de la acción divina inminente: Yahvé intervendría con todo su poder



          6  Cfr. G. Vermes, Jesus the Jew, Londres, 1976, 83; S. Ben-Chorin, BruderJesús, Mu­
       nich,  1979,12.
          7  Formulación acuñada en primer lugar por Julius Wellhausen.
          8  R. Bultmann, Das Urcbristentum im Rabmen der antiken Religionen, Zurich, 1949, 61.
          9  Cfr. D. Barthélemy,  «La problématique de la messianité de Jésus, á la lumiére-
       de quelques études juives recentes», Revue Thomiste,  113 (1993), 263-288.
          10  Textos que parecen sustentar esta idea son Mt 12,41-42: «Y mirad aquí hay algo
       más que Jonás»; Me 8,27 y ss.: «Pedro le respondió así: “Tú eres el mesías”»; 14, 62: «El
       sumo sacerdote volvió a preguntarle: “¿Eres tú el mesías, el hijo del Bendito?”», y espe­
       cialmente 11, 1-11: entrada triunfal en Jerusalén.
          11  Cfr. Flavio   Antigüedades de los judíos, 18,23.
          12  Cfr. Le 10,13-15: «¡Ay de ti Corozaín... habrían mostrado su arrepentimiento»;
       11, 32: «Los ninivitas se alzarán contra esta generación porque se arrepintieron»;  13, 3
       y ss.: «Si no os arrepentís, todos pereceréis de igual modo.»
          13 Jesús no cuestiona nunca la validez esencial de la Ley como norma de salvación;
       sólo la interpreta a su buen y leal entender como otros muchos maestros judíos de la
       época. El texto clave de Mt 5,17 y ss. debe ser —a pesar de las críticas de R. Bultmann,
       Geschicbte der synoptischen Tradition, Gotinga, 1967, 146 y ss.;  154; 166-168— en sustan­
       cia genuino. Para todas las disputas de Jesús en tomo a la Ley tenemos ejemplos parale­
       los en la literatura judía (Mishná y Talmud).
          14  Cfr. los textos que predican una moral estricta de seguimiento a Jesús en cuan­
       to proclamador del Reino: Le 9, 62 par: «Nadie que ha puesto su mano en el arado y
       mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios»; cfr. 12,46 par: el esclavo infiel, a quien
       su señor «partirá por medio y hará que su suerte caiga con la de los infieles».

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