Page 293 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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malidad de la sucesión transcurrido un mes de la muerte de Augusto,
       un sector de los senadores había introducido una importante cuestión
       a debate: ninguno (excepto Tácito, más tarde) dudó sobre el apoyo a
       Tiberio, pero un sector de los senadores planteó la necesidad de discu­
       tir sobre el modelo de gobierno.
           Es bien conocido que, en el año 27 a.C., el gobierno del Imperio
       quedó dividido entre las provincias que debían administrarse directa­
       mente por el senado frente a las que dependían del gobierno de Au­
       gusto. La cuestión propuesta a debate por los senadores, a la muerte
       de Augusto, residía en si el gobierno del Imperio debía depender ex­
       clusivamente del emperador y, en el caso de continuar con el modelo
       de época augustea, si era preciso hacer una nueva distribución de las
       provincias. Tácito atribuye a Asinio Galo la defensa de la nueva pro­
       puesta: «al ser uno el cuerpo de la República, debía ser regido por un
       solo espíritu» (Tác., Ann., 12, 3) y, en el caso de que no se modificara
       el sistema, la pregunta a Tiberio sobre «qué parte de la República de­
       seas que se te encomiende» (Tác., Ann.,  12,  1-2)27. El resultado de la
       discusión queda reflejado en la frase de Tiberio cuando zanjó el asun­
       to diciendo que «en un estado que se apoyaba sobre tantos hombres
       ilustres, no debían concentrar el poder en uno solo» (Tác., Ann.,  11,
       1-2). Y sobre el respeto de Tiberio, al menos en sus primeros años, a
       las opiniones de los senadores, sobre su deseo de ser tratado como un
       simple particular, sobre su cortesía y deferencia e incluso sobre la liber­
       tad del senado que tomó decisiones a veces contrarias a la opinión de
       Tiberio, hay abundantes ejemplos en Suetonio, que no se caracteriza
       por ser muy benévolo con Tiberio (Tiber., XXVI-XXXII).
          Por ello no puede menos que considerarse una interpretación ten­
       denciosa la afirmación de Tácito al decir que Tiberio se mostraba va­
       cilante por miedo a que «Germánico, bajo cuyo mando había tantas
       legiones y numerosas tropas auxiliares de aliados, quien gozaba ade­
       más de asombroso favor ante el pueblo, prefiriera el imperio a esperar­
       lo» (Tác., Ann., I, 7, 6).
          Ante la ausencia de documentos que reflejen cualquier proyecto
       de Germánico o de algún senador de ofrecer una alternativa al gobier­
       no de Tiberio, el propio Tácito se ha metido en escena para decirnos
       que él hubiera deseado que el sucesor de Augusto fuera Germánico.


          27   Fuera realmente Asinio Galo u otro senador el mayor defensor de la propuesta,
       Asinio reunía para Tácito la ventaja morbosa de ser el marido de la primera mujer de
       Tiberio, Vipsania, lo que permitía a Tácito justificar el rechazo de Tiberio de tal pro­
       puesta precisamente por venir de un senador poco fiable: Tác., Ann., 11-12.

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