Page 78 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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dictado por el deseo del rey de imitar a su ancestro Heracles15, pues
como él se pretendía hijo de Zeus16. En todo caso, aún aceptando la
intervención divina durante el camino hasta el oráculo, la cual hizo
posible la superación de las enormes dificultades consustanciales a
una marcha a través del desierto libio17, Arriano declara la imposibili
dad de conocer con exactitud lo sucedido por las variadas interpreta
ciones dadas a dicho episodio18.
En efecto, la mayoría de los autores refieren las palabras de saluta
ción proferidas por los sacerdotes de Amón a Alejandro, al que llama
ron hijo de Amón19. El resto de la visita había sido una ceremonia se
creta en la que tan sólo participaron el rey y los sacerdotes, no siendo
por tanto presenciada por nadie20. En realidad, el contenido del salu
do como tal nada tenía de particular: Alejandro llegaba como sucesor
de los faraones21 y en calidad de tal le correspondía ese título. Si tras
15 Estrabón XVII, 1,43 (= C 814) recoge la versión de Calístenes, según la cual la vi
sita obedeció a un acto de imitación de lo que hiciera Heracles, que también consultó el
oráculo amonita. Por lo demás, el geógrafo critica severamente como adulatoria la ver
sión de los hechos dada por el historiador de Olinto. A su vez recoge la existencia de
otros oráculos concernientes a Alejandro, llevados por los milesios desde Dídima a Men
tis, en los que se manifestaba su filiación de Zeus, su victoria futura en Arbela, la muer
te de Darío, etc.
16 Plut., A kx., 3, 3, recuerda, como referido por Eratóstenes, que su madre, Olim
pia, le había revelado antes de partir para Asia la verdadera personalidad de su padre, no
Filipo, sino el propio Zeus. El mismo autor relata anteriormente (3, 1) las vicisitudes en
las que se produjo el embarazo de la reina. Esta idea, es decir, el conocimiento previo
de Alejandro de su filiación respecto a Zeus la señala también otro de los autores de la
Vulgata, CX Curcio Rufo, IV, 7, 5.
17 En este punto relativo a la existencia de grandes dificultades para cruzar el desier
to coinciden la totalidad de las fuentes, si bien los autores de la Vulgata alejandrina, a
partir de la versión de Calístenes, suelen ser más prolijos en detalles de tipó fantástico,
realzando así la intervención divina. Cfr. notas anteriores.
18 Arr. III, 3, 1-5.
19 También de Zeus, dada la ya prolongada identificación o sincretización del dios
egipcio con el dios supremo griego (Herod. 2, 55). Pindaro, fyth. IV, 16.
20 Sobre el modo de responder la divinidad, cfr. Str. XVII, 1,43. También dice algo
de esto Diod. XVII, 50, 6. Para un comentario acerca del procedimiento oracular,
cfr. A. B. Bosworth, Conquest and Empire, Cambridge, 1988, 73.
21 Ello apunta nuevamente a la imagen de Alejandro como liberador, según lo di
cho a propósito de las ciudades de Asia Menor (cfr. notas correspondientes). Es impor
tante señalar en este punto la diferencia de actitud respecto a los egipcios entre Alejan
dro y los persas que le precedieron en el dominio de aquel territorio. Es cierto que hizo
una entrada triunfal en la capital, Menfis, entregada sin lucha por el último sátrapa Ma
zaces. El hecho fue celebrado mediante los tradicionales certámenes gimnásticos y mu
sicales, a los que concurrieron los especialistas más afamados de Grecia y además con
un sacrificio a todos los dioses y de modo especial, señala Arriano, al buey Apis como
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