Page 79 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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cendieron  este  contenido  fue  porque  ratificaban la filiación del rey
       macedonio de Zeus, lo cual le otorgaba una dimensión nueva, sobre­
       humana. Nacía así realmente el mito de Alejandro, mito que median­
       te los oportunos mecanismos —la propaganda oficial en forma de es­
       critos, inscripciones, monedas— él mismo se encargó de impulsar y
       de instrumentalizar políticamente22.
          Es claro que un proceso de este tipo debía acompañarse de otras
       medidas encaminadas al encumbramiento y consolidación de la fi­
       gura del rey macedonio, que, por otro lado, suscitaron la aparición
       de movimientos de resistencia en el seno del ejército de Asia, susci­
       tado por las dificultades que los griegos tenían en asimilar esos per­
       files  nuevos  que  se  iban  incorporando  a  la  monarquía.  Efectiva­
       mente, y dentro de esta lógica, asistimos a la progresiva eliminación
       de  personajes  relevantes  del  entorno  de Alejandro,  dictada no  ya
       por el deseo de quitar de enmedio a aquellos que pudieran hacerle
       sombra,  sino por erradicar cualquier síntoma de oposición o  con­
       testación a la forma monárquica tal y como se estaba configurando.
       Representante más conspicuo de este sector contestatario y renuen­
       te  a  digerir  las  innovaciones  era  sin  duda Parmenión,  sustentado
      por  sus  hijos,  un  macedonio  tradicional,  comandante  militar  de
       gran capacidad, cuyo  ascendiente sobre el ejército lo  convertía en
      peligroso. Para neutralizarlo, y dado  que Alejandro no podía pres­
       cindir de él, lo mantuvo ocupado en misiones importantes pero ale­
      jadas de su presencia, a la par que fue prescindiendo de sus opinio­
      nes  en materia de táctica guerrera, hasta que la reorganización del
       ejército, efectuada en el 331, redujo el campo de acción del general
      macedonio. P. Gourowski analiza con precisión y agudeza las líneas
       directrices de este enfrentamiento que acabará con la muerte de Par-


      un detalle de deferencia y buena voluntad hacia la religión egipcia (cfr. Arr. Ill  1, 4).
      Este hecho estaba cargado de simbolismoj pues demostraba un respeto a las tradiciones
       en marcado contraste con el comportamiento de los persas. No implicaba, sin embar­
      go, cambios en la religión de los nuevos señores del país, pues los cultos egipcios no fue­
      ron todavía asimilados por los macedonios. En todo caso, la nueva situación política
      dictó que Alejandro recibiera los títulos tradicionales de los faraones. Sobre que fuera
       entronizado en Menfis con ceremonial egipcio sólo existe la noticia de Ps. Calístenes I,
       34, 2, que es, al menos, dudosa al no encontrarse refrendada en otras fuentes.
         22   Cfr. las reflexiones de P. Gourowski, op. cit., 24-25, a propósito del momento ele­
      gido para la difusión del contenido del oráculo: la victoria de Gaugamela le confería
      la consistencia necesaria.  Es  interesante, por lo  demás,  su puntualización respecto  a
      que para un griego no había nada de particular en que un hombre excepcional fuera
      hijo de un dios.  Calístenes, en este aspecto, actuaba de acuerdo con una mentalidad
      tradicional.

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