Page 80 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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menión y su hijo Filotas en el 330, así como las  consecuencias de
       todo ello23.
          Fundamental para penetrar en el auténtico significado de esta pug­
       na, y definitivo en la trayectoria personal y política de Alejandro, es el
       giro que el monarca macedonio, tras la muerte de Darío, imprimió a
       la guerra, auténtico punto de inflexión de su carrera.
          En principio, la desaparición del Gran Rey y con él de su imperio
       podía haber señalado el fin de la guerra24, toda vez que el objetivo ori­
       ginario podía considerarse cumplido: no sólo se había derrotado a los
       persas, sino que su rey había muerto, sus tesoros habían pasado a ma­
       nos griegas y los griegos dominaban los territorios extendidos desde
       las orillas del Mediterráneo hasta las Puertas Caspias. Sin embargo, le­
       jos de actuar en este sentido, el rey macedonio, dando un giro coper-
       nicano respecto a las lógicas expectativas griegas, no sólo reivindicó,
       como vencedor, la herencia de Darío, sino que se erigió en su venga­
       dor y sucesor legítimo, continuador, por tanto, de los Aqueménidas25.
          Independientemente de la teoría de Gourowsld, a mi juicio no de­
       masiado sólida, sobre las motivaciones que guiaron a Alejandro para
       actuar en este sentido26, es claro que éste aspiraba a ostentar la realeza

         23  El autor, op. cit., 27 y ss. examina con detalle los pasajes pertinentes de las fuen­
       tes históricas a partir de los cuales hace una exposición de las reformas efectuadas. Arria-
       no dice poco de esto, siendo CX Curcio y Diodoro los que más detalles proporcionan.
       En el significado del episodio relativo al enfrentamiento con Parmenión y el sector re­
       presentado por él voy a seguir básicamente las directrices establecidas porque en mi opi­
       nión demuestran una profündización más que aceptable de todo el problema y permi­
       te esclarecerlo.
         24  De hecho, la guerra de venganza se dio oficialmente por terminada mediante el
       incendio simbólico del palacio de Persépolis. Posteriormente, los contingentes griegos
       de la Liga fueron enviados a casa: Arr. III, 19, 5.
         25  Cfr. Plut. A kx., 43, 3-4; Arr. III, 28,1; III, 29, 6; III, 30,1 y ss.; IV, 7, 3 y ss. Con­
       viene asimismo señalar que ya en Babilonia Alejandro se había preocupado en aparecer
       como sucesor legítimo de los antiguos reyes babilonios, efectuando los tradicionales ri­
       tos en honor de Baal, es decir, Marduk. Sobre el significado de ello como ceremonia de
       entronización,  etc.,  cfr.  F.  Schachermeyer, Alexander in Babylon und die Reichsordnung
       ηαώ seinem Tode, Viena, 1970, 55 y ss.; ibid., op. cit., 280 y ss.
         26  Según Gourowski, op. cit., 30, la explicación de ello no reside en un voluntarismo
       del rey un tanto caprichoso, sino en la propia sucesión de los hechos. El asesino del rey,
       Besso,  el sátrapa de Bactriana,  adoptó  de inmediato  el título real como Artajerjes IV
       (Arr. III, 25, 3) y en calidad de tal procedió al nombramiento de un nuevo sátrapa para
       Partia-Hircania (Arr. IV, 7,1). Esta región, no obstante, se encontraba en manos de los
       macedonios y este detalle sería percibido por Alejandro como una muestra de lo que en
       adelante podría suceder una vez finalizada la guerra: las conquistas griegas siempre es­
       tarían cuestionadas si un poder persa se rehacía en la parte oriental de Irán. Esta previ­
       sión le dictaría su actuación ulterior en el sentido expresado. No obstante, la narración

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