Page 88 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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Frente al liberador, conquistador y siempre ansioso de gloria Alejan­
       dro, detentador de un poder que quiso extender incluso al ámbito de
       lo divino, se alza así su coetáneo Diógenes, el hombre que vivía en un
       tonel,  que  se paseaba por Atenas llevando  un  candil  encendido  en
       busca del hombre real, que mostraba sin ambages su total desprecio
       por la vida cívica ateniense en todas sus manifestaciones y que consi­
       deraba la libertad de palabra como el tesoro más preciado de los hom­
       bres. Su profesión de cosmopolitismo —se llamaba a sí mismo ciuda­
       dano del mundo, kosmopolites51— es quizá el único rasgo que lo po­
       dría aproximar a Alejandro, por lo demás, como he dicho, la antítesis
       del filósofo cínico52.
          Lo hasta aquí expuesto constituye una pequeña muestra de cómo
       la sociedad griega reaccionó ante la aparición de unas formas políticas
       que le negaban el bien más preciado de los griegos a lo largo de toda
       su historia: la libertad. Pero ante la imposibilidad de no poder detener
       lo que el acontecer político había convertido en inevitable, y proba­
       blemente como respuesta dictada por los mecanismos psicológicos de
       autodefensa, se intentó conseguir una fórmula alternativa a ese con­
       cepto de libertad global tal y como era entendido en Grecia. Y ésa no
       fue otra que la proclamación de la libertad individual, personal, últi­
       mo reducto no susceptible de ser arrebatado ni sometido por ninguna
       fuerza externa, concepto que ponía en pie de igualdad a todos los se­
       res humanos y que representaba por ello una superación de la base
       ideológica inherente a la ciudad estado.










         51  Diog. Laert. 6. 63, 69.
         52  Quizá esta confrontación fiie ya sentida por los antiguos, pues en las fuentes en­
       contramos algunos pasajes que nos ilustran sobre las preocupaciones filosóficas del mo­
       narca. Uno de ellos corresponde al famoso encuentro de Alejandro y Diógenes, del que
       existen varias versiones. La más laudatoria respecto a Diógenes es la proporcionada por
      Plutarco {Akx.,  14) que recoge el deseo del rey de ser el filósofo en el caso de no haber
       sido Alejandro. Por su parte, Arriano (VII, 2) cuenta que durante ese encuentro, ante la
       demanda de Alejandro al filósofo sobre sus necesidades, le respondió que lo único que
      necesitaba era que él y sus hombres se apartaran para que le siguiera dando el sol. Exis­
      te sobre este pasaje bibliografía abundante; una visión de todo ello en M. Buora, «L’in-
      contro fra Alessandro e Diogene: tradizione e significato», A ttihtit.  Veneto,  132,  1973-
       1974, 243-264.

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