Page 86 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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festión, su amigo inseparable, acaecida en otoño del 324, a quien por
orden del rey se le dispensó un culto de héroe. Nuestra información
de esta cuestión procede en especial de las ciudades griegas45. De
acuerdo con algunos testimonios, relativos sobre todo a Atenas, Ale
jandro parece haber recibido un auténtico culto en calidad de dios
vivo46, pese a la existencia de opiniones contrarias a ello. Los datos
que para este proceso aportan las ciudades minorasiáticas e insulares
se refieren a la existencia allí de cultos a Alejandro en los siglos poste
riores a su muerte47, pero es sumamente probable que las mismas pro
puestas planteadas en Atenas o Esparta se reprodujeran en este ámbi
to. No obstante, esta faceta de Alejandro, cualesquiera fueran las mo
tivaciones que quieran verse en ello, consagró definitivamente su
figura, colocándola, gracias a sus logros personales, en un punto nun
ca alcanzado por hombre alguno, y traspasando los límites de la his
toria, se convirtió en leyenda48.
Por lo que respecta al ámbito puramente griego, la obra alejandri
45 Respecto a las regiones orientales, sólo es posible entrever la situación a partir de
alguna cita de las fuentes. Cfr. Plut. Alex., 28,1; Arr. VII, 29, 3; Cure. VIII, 8,15. Al
guna información se puede obtener también a partir del estudio de documentos numis
máticos: P. Gourowski, op. cit., 61, con las correspondientes notas en 282-283.
46 Fue al parecer Demóstenes quien propuso, tras rechazar la idea en primera ins
tancia, la concesión a Alejandro de los honores divinos. Las noticias se insertan en el
contexto del juicio llevado a cabo contra Demóstenes en dicha ciudad en marzo del
año 323. Hypérides, Contra Demosth., col. 31 y 32, le echa en cara conceder a Alejandro
la cualidad de hijo de Zeus y haber propuesto la erección de una estatua del rey como
dios invencible tbeos aniketos. En otro lugar, el mismo autor (Epitaf 21) se lamenta de
que bajo dominación macedonia les había sido impuesto a los griegos que dispensaran
honores religiosos a hombres vivos en detrimento de las prácticas religiosas tradiciona
les. Dinarco, por su parte, Contra Demost., 94, da cuenta de esa vacilación del orador
que acabó por admitir el reconocimiento como dios del rey macedonio. Sobre Espar
ta nuestra información es todavía más deficiente y lo único que es posible decir es
que hubo discusión en torno a la concesión de tales honras a Alejandro (Plut., M o
ral., 219 E). Naturalmente la parquedad y ambigüedad de nuestra documentación jus
tifica la defensa de teorías encontradas por parte de los investigadores. Cfr. J. Seiber,
Alex. d. Gros., 192-202.
47 Los casos están citados por A. B. Bosworth, Conquest and Empire, 289 y ss.
48 El tema de la aceptación de la figura de Alejandro por sus sucesores y la posteri
dad en general también se cuenta entre los preferidos de la investigación moderna. El
tratamiento de algunas de las cuestiones más interesantes que suscita puede verse en
R. M. Errington, «Alexander in the hellenistic Word», 137-179, y G. Wirth, «Alexander
und Rom», 181-210, de Entretiens de la Fondation HardtYuQI Alexandre le Grand. Image et
Realité. Muy reciente es la de A. Stewart, Faces of Power: Alexander’s Image and HeUenistics
Politics, Hellenic Culture and Society, Berkeley-Los Angeles, Univ. of California Press, 1944
(non vidi).
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