Page 141 - El Retorno del Rey
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pérdidas amargas. Pérdidas que si Denethor no hubiera enloquecido, yo habría
podido impedir. ¡Tan largo es el brazo del enemigo! Ay, pero ahora entiendo
cómo su voluntad pudo invadir el corazón mismo de la ciudad.
» Aunque los Senescales creían ser los únicos que conocían el secreto, yo
había adivinado hacía tiempo que aquí en la Torre Blanca se guardaba por lo
menos una de las Siete Piedras que ven. En los tiempos en que aún estaba cuerdo,
Denethor jamás pensó en utilizarla, ni en desafiar a Sauron, pues conocía sus
propias limitaciones. Pero al fin la prudencia le falló, y cuando vio que el peligro
no dejaba de crecer, temo que haya escudriñado la piedra, y se dejara engañar;
más de una vez, sospecho, después de la muerte de Boromir. Y aunque era
demasiado grande para someterse a la voluntad del Poder Oscuro, sólo vio lo que
ese Poder quiso mostrarle. No cabe duda de que los conocimientos así obtenidos
le eran a menudo provechosos; pero el poder de Mordor que le habían mostrado
alimentó la desesperación en el corazón de Denethor, hasta trastornarle el
entendimiento.
—¡Ahora comprendo lo que me pareció tan extraño! —dijo Pippin,
estremeciéndose al recordarlo—. El Señor salió de la alcoba donde yacía
Faramir; y al rato volvió, y entonces y por primera vez lo noté transformado,
viejo y vencido.
—Y a la hora justa en que trajeron a Faramir a la Torre Blanca —dijo
Beregond—, muchos vimos una luz extraña en la cámara más alta. Pero ya la
habíamos visto antes, y desde hacía tiempo se decía en la ciudad que el Señor
Denethor luchaba a menudo con la mente del enemigo.
—¡Ay! De modo que yo había adivinado la verdad —dijo Gandalf—. Así fue
como entró la voluntad de Sauron en Minas Tirith; y por este motivo he tenido
que retrasarme aquí. Y aún estaré obligado a quedarme, pues pronto tendré a
otros bajo mi cuidado, además de Faramir.
» Ahora he de ir al encuentro de los que están llegando. Lo que he visto en el
campo me es muy doloroso, y acaso nos esperen nuevos pesares. ¡Tú, Pippin,
ven conmigo! Pero tú, Beregond, volverás a la ciudadela, e informarás al Jefe de
la Guardia. Mucho me temo que él tenga que separarte de la Guardia; mas dile,
si me está permitido darle un consejo, que convendría enviarte a las Casas de
Curación, como custodia y servidor de tu Capitán, para estar junto a él cuando
despierte, si alguna vez despierta. Porque fuiste tú quien lo salvó de las llamas.
¡Ve ahora! Yo no tardaré en regresar.
Y dicho esto dio media vuelta y fue con Pippin hacia la parte baja de la
ciudad. Y mientras apretaban el paso, el viento trajo consigo una lluvia gris, y
todas las hogueras se anegaron, y una gran humareda se alzó delante de ellos.