Page 145 - El Retorno del Rey
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—¡Claro que no! —dijo Pippin, tratando de parecer alegre, aunque tenía el
      corazón destrozado por la piedad y el miedo—. No, ahora iremos a las Casas de
      Curación.

      Salieron del callejón que corría entre edificios altos y el muro exterior del cuarto
      círculo,  y  tomaron  nuevamente  la  calle  principal  que  subía  a  la  ciudadela.
      Avanzaban  lentamente,  y  Merry  se  tambaleaba  y  murmuraba  como  un
      sonámbulo.
        « Nunca llegaremos —pensó Pippin—. ¿No habrá nadie que me ayude? No
      puedo dejarlo solo aquí.»
        En ese momento vio a un muchacho que subía corriendo por el camino, y
      reconoció sorprendido a Bergil, el hijo de Beregond.
        —¡Salud, Bergil! —le gritó. ¿A dónde vas? ¡Qué alegría volver a verte, y vivo
      por añadidura!
        —Llevo recados urgentes para los Curadores —respondió Bergil—. No puedo
      detenerme.
        —¡Claro que no! —dijo Pippin—. Pero diles allá arriba que tengo conmigo a
      un hobbit enfermo, un perian acuérdate, que regresa del campo de batalla. Dudo
      que  pueda  recorrer  a  pie  todo  el  camino.  Si  Mithrandir  está  allí,  le  alegrará
      recibir el mensaje.
        Bergil volvió a partir a la carrera.
        « Será mejor que espere aquí» , pensó Pippin. Y ayudando a Merry a dejarse
      caer lentamente sobre el pavimento en un sitio asoleado, se sentó junto a él y
      apoyó en sus rodillas la cabeza del amigo. Le palpó con suavidad el cuerpo y los
      miembros, y le tomó las manos. La derecha estaba helada.
        Gandalf en persona no tardó en llegar en busca de los hobbits. Se inclinó sobre
      Merry y le acarició la frente; luego lo levantó con delicadeza.
        —Tendrían que haberlo traído a esta ciudad con todos los honores —dijo—.
      Se mostró digno de mi confianza; pues si Elrond no hubiese cedido a mis ruegos,
      ninguno  de  vosotros  habría  emprendido  este  viaje,  y  las  desdichas  de  este  día
      habrían sido mucho más nefastas. —Suspiró—. Y ahora tengo un herido más a
      mi cargo, mientras la suerte de la batalla está todavía indecisa.
      Así pues Faramir, Eowyn y Meriadoc reposaron por fin en las Casas de Curación
      y recibieron los mejores cuidados. Porque si bien últimamente todas las ramas
      del saber habían perdido la pujanza de otros tiempos, la medicina de Gondor era
      aún sutil, apta para curar heridas y lesiones y todas aquellas enfermedades a que
      estaban  expuestos  los  mortales  que  habitaban  al  este  del  Mar.  Con  la  sola
      excepción de la vejez, para la que no habían encontrado remedio; más aún, la
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