Page 149 - El Retorno del Rey
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Aragorn  fue  el  primero  en  entrar,  y  los  otros  lo  siguieron.  Y  allí  en  la  puerta
      había dos guardias que vestían la librea de la ciudadela: uno era alto, pero el otro
      tenía apenas la estatura de un niño; y al verlos dio gritos de sorpresa y de alegría.
        —¡Trancos!  ¡Qué  maravilla!  Yo  adiviné  en  seguida  que  tú  estabas  en  los
      navíos negros ¿sabes? Pero todos gritaban ¡los corsarios! y nadie me escuchaba.
      ¿Cómo lo hiciste?
        Aragorn se echó a reír y estrechó entre las suyas la mano del hobbit.
        —¡Un feliz reencuentro, en verdad! —dijo—. Pero no es tiempo aún para
      historias de viajeros.
        Pero Imrahil le dijo a Éomer:
        —¿Es así como hemos de hablarles a nuestros reyes? ¡Aunque quizás use otro
      nombre cuando lleve la corona! Y Aragorn al oírlo se volvió y le dijo:
        —Es verdad, porque en la lengua noble de antaño yo soy Elessar, Piedra de
      Elfo, y Envinyatar, el Restaurador. —Levantó la piedra que llevaba en el pecho,
      y agregó—: Pero Trancos será el nombre de mi casa, si alguna vez se funda: en
      la  alta  lengua  no  sonará  tan  mal,  y  yo  seré  Telcontar,  así  como  todos  mis
      descendientes.
        Y con esto entraron en la casa; y mientras se encaminaban a las habitaciones
      de los enfermos, Gandalf narró las hazañas de Eowyn y Meriadoc.
        —Porque velé junto a ellos muchas horas —dijo, y al principio hablaban a
      menudo en sueños antes de hundirse en esa oscuridad mortal. También tengo el
      don de ver muchas cosas lejanas.
      Aragorn visitó en primer lugar a Faramir, luego a la Dama Eowyn, y por último
      a Merry. Cuando hubo observado los rostros de los enfermos y examinado las
      heridas, suspiró.
        —Tendré  que  recurrir  a  todo  mi  poder  y  mi  habilidad  —dijo—.  Ojalá
      estuviese aquí Elrond: es el más anciano de toda nuestra raza, y el de poderes
      más altos.
        Y Éomer, viéndolo fatigado y triste, le dijo:
        —¿No sería mejor que antes descansaras, que comieras siquiera un bocado?
        Pero Aragorn le respondió:
        —No, porque para estos tres, y más aún para Faramir, el tiempo apremia.
      Hay que actuar ahora mismo. Llamó entonces a Ioreth y le dijo:
        —¿Tenéis en esta casa reservas de hierbas curativas?
        —Sí,  señor  —respondió  la  mujer—;  aunque  no  en  cantidad  suficiente,  me
      temo, para tantos como van a necesitarlas. Pero sé que no podríamos conseguir
      más; pues todo anda atravesado en estos días terribles, con fuego e incendios, y
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