Page 144 - El Retorno del Rey
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Ya  había  hombres  atareados  en  abrir  un  sendero  entre  los  despojos;  otros,
      entretanto,  salían  por  la  Puerta  llevando  literas.  A  Eowyn  la  levantaron  y  la
      depositaron sobre almohadones mullidos; pero al cuerpo del rey lo cubrieron con
      un gran lienzo de oro, y lo acompañaron con antorchas, y las llamas, pálidas a la
      luz del sol, se movían en el viento.
        Así entraron Théoden y Eowyn en la Ciudad de Gondor, y todos los que los
      veían se descubrían la cabeza y se inclinaban; y así prosiguieron entre las cenizas
      y el humo del circuito incendiado, y subieron por las empinadas calles de piedra.
      A  Merry  el  ascenso  le  parecía  eterno,  un  viaje  sin  sentido  en  una  pesadilla
      abominable,  que  continuaba  y  continuaba  hacia  una  meta  imprecisa  que  la
      memoria no alcanzaba a reconocer.
        Poco  a  poco  las  llamas  de  las  antorchas  parpadearon  y  se  extinguieron,  y
      Merry se encontró caminando en la oscuridad; y pensó: « Este es un túnel que
      conduce a una tumba; allí nos quedaremos para siempre.»  Pero de improviso
      una voz viva interrumpió la pesadilla del hobbit.
        —¡Ah, Merry! ¡Te he encontrado al fin, gracias al cielo!
        Levantó la cabeza, y la niebla que le velaba los ojos se disipó un poco. ¡Era
      Pippin! Estaban frente a frente en un callejón estrecho y desierto. Se restregó los
      ojos.
        —¿Dónde está el rey? —preguntó—. ¿Y Eowyn? —De pronto se tambaleó, se
      sentó en el umbral de una puerta, y otra vez se echó a llorar.
        —Han subido a la ciudadela —dijo Pippin—. Sospecho que el sueño te venció
      mientras ibas con ellos, y que tomaste un camino equivocado. Cuando notamos tu
      ausencia,  Gandalf  mandó  que  te  buscara.  ¡Pobrecito,  Merry!  ¡Qué  felicidad
      volver a verte! Pero estás extenuado y no quiero molestarte con charlas. Dime
      una cosa, solamente: ¿estás herido, o maltrecho?
        —No —dijo Merry—. Bueno, no, creo que no. Pero tengo el brazo derecho
      inutilizado, Pippin, desde que lo herí. Y mi espada ardió y se consumió como un
      trozo de leña.
        Pippin observó a su amigo con aire preocupado.
        —Bueno, será mejor que vengas conmigo en seguida —dijo—. Me gustaría
      poder  llevarte  en  brazos.  No  puedes  seguir  a  pie.  No  sé  cómo  te  permitieron
      caminar; pero tienes que perdonarlos. Han ocurrido tantas cosas terribles en la
      ciudad,  Merry,  que  un  pobre  hobbit  que  vuelve  de  la  batalla  bien  puede  pasar
      inadvertido.
        —No siempre es una desgracia pasar inadvertido —dijo Merry—. Hace un
      momento pasé inadvertido… no, no, no puedo hablar. ¡Ayúdame, Pippin! El día
      se oscurece otra vez, y mi brazo está tan frío.
        —¡Apóyate en mí, Merry, muchacho! —dijo Pippin—. ¡Adelante! Primero
      un pie y luego el otro. No es lejos.
        —¿Me llevas a enterrar?
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