Page 315 - El Retorno del Rey
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aldea.
        Sam se apresuró a entrar en la casa. En el escalón más alto del fondo del
      patio, la señora Coto y Rosita estaban de pie junto a la gran puerta redonda, y
      Nibs aguardaba frente a ellas, blandiendo una horquilla para el heno.
        —¡Soy  yo!  —anunció  Sam,  todavía  trotando—.  ¡Sam  Gamyi!  Así  que  no
      trates de ensartarme, Nibs. De todos modos llevo puesta una cota de malla. —Se
      apeó  del  poney  de  un  salto  y  trepó  los  escalones.  Los  Coto  lo  observaron  en
      silencio—. ¡Buenas noches, señora Coto! —dijo Sam—. ¡Hola, Rosita!
        —¡Hola, Sam! —dijo Rosita—. ¿Por dónde has andado? Decían que habías
      muerto; pero yo te he estado esperando desde la primavera. Tú no tenías mucha
      prisa ¿no es cierto?
        —Tal vez no —respondió Sam, sonrojándose—. Pero ahora sí la tengo. Nos
      estamos ocupando de los bandidos y tengo que volver con el señor Frodo. Pero
      quise venir a echar un vistazo, a ver cómo andaba la señora Coto; y tú, Rosita.
        —Andamos bien, gracias —dijo la señora Coto—. O al menos andaríamos
      bien si no fuese por esos rufianes ladrones.
        —¡Bueno, vete! —dijo Rosita—. Si has estado cuidando al señor Frodo todo
      este  tiempo  ¿cómo  se  te  ocurre  dejarlo  solo  ahora,  justo  cuando  las  cosas  se
      ponen más difíciles?
        Aquello fue demasiado para Sam. O necesitaba una semana para contestarle,
      o no le decía nada. Bajó los escalones y volvió a montar el poney. Pero en el
      momento en que se disponía a partir, Rosita llegó, corriendo.
        —¡Luces  muy  bien,  Sam!  —dijo—.  ¡Vete,  ahora!  ¡Pero  cuídate  y  vuelve
      cuando hayas arreglado cuentas con los bandidos!
        Sam  regresó  y  encontró  en  pie  a  toda  la  villa.  Además  de  numerosos
      muchachos más jóvenes, ya se habían reunido más de un centenar de hobbits
      fornidos  provistos  de  hachas,  martillos  pesados,  cuchillos  largos  y  gruesos
      bastones; y algunos llevaban arcos de caza. Y continuaban llegando otros de las
      granjas vecinas.
        Algunos  de  los  aldeanos  habían  encendido  una  gran  hoguera,  sólo  para
      animar la velada, y porque era además una de las cosas prohibidas por el Jefe.
      Las llamas trepaban cada vez más brillantes a medida que avanzaba la noche.
      Otros,  a  las  órdenes  de  Merry,  estaban  levantando  barricadas  a  través  del
      camino,  a  la  entrada  y  a  la  salida  de  la  aldea.  Cuando  los  Oficiales  de  la
      Comarca se toparon con la primera barricada, quedaron estupefactos; pero tan
      pronto como vieron que las cosas pintaban mal, la mayoría se quitó las plumas y
      se plegó a la revuelta. Los otros huyeron furtivamente.
        Sam encontró a Frodo y sus amigos junto al fuego discurriendo con el viejo
      Tom Coto, y rodeados de una multitud de gente de Delagua que los miraba con
      admiración.
        —Y bien, ¿cuál es el próximo movimiento? —dijo el granjero Coto.
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