Page 225 - La Traición de Isengard
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El pasaje de los Orcos que pasan por debajo de ellos, y la llegada d Gollum,
aparecieron primero en el boceto dado en la p. 243.
Vuelvo ahora a la narrativa. El capítulo tiene el número XVIII — está
paginado de modo continuo (con una laguna), pero carece de título. Como he
dicho, transcribo (hasta donde es posible) la forma más original del texto, y no
indico, por regla general, las pequeñas correcciones posteriores que lo aproximan
al de CA, aunque muchas o todas bien pueden pertenecer a la misma época.
—¡Ay, me temo que aquí ya no podemos esperar más! —exclamó Aragorn.
Miró hacia las montañas y alzó la espada—. Adiós, Gandalf —gritó—. ¿No te
dije si atraviesas las puertas de Mona, cuidado? No sé qué puso las palabras en mi
boca, pero ¡ay!, no me equivoqué. Ninguna suerte pudo haber sido más penosa.
¿Qué esperanza tenemos sin ti? —Se volvió hacia la Compañía—. ¡Hemos de
hacer a un lado la esperanza! —dijo—. Al menos tal vez seamos vengados
todavía. Preparémonos y dejemos de llorar. ¡Es mejor que golpeemos duro a
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que nos lamentemos mucho! ¡Nos queda un largo camino y mucho que
hacer!
Se incorporaron y miraron a su alrededor. Hacia el norte el Valle corría por
una garganta oscura entre dos grandes brazos de las montañas, y en la cima
brillaban tres picos blancos. [280] Muchos torrentes blancos caían de sus
empinados lados hacia el valle. Una niebla de espuma colgaba en el aire.
Al oeste [léase este] [281] las montañas terminaban bruscamente, y más allá
podían verse unas tierras vastas e imprecisas. Hacia el sur las montañas se
perdían interminables hasta donde llegaba la vista. A menos de una milla, y un
poco por debajo de ellos (pues aún se encontraban en las faldas de las montañas),
había una laguna. Era larga y ovalada, como una punta de lanza clavada
profundamente en la garganta del norte. El extremo sur se extendía más allá de
la sombra, bajo el cielo soleado. Sin embargo, las aguas eran oscuras: de un azul
profundo como el cielo claro de la noche visto desde una ventana iluminada. La I
superficie estaba tranquila, sin una onda. Todo alrededor una hierba suave
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descendía por las laderas hasta la orilla lisa y uniforme.
—¡He ahí el Kheledzâram, [283] el Lago Espejo! —dijo Gimli tristemente—.
Esperaba contemplarlo con alegría y demorarme aquí un poco. Recuerdo que él
dijo: « Ojalá tengáis la alegría [257] de verlo, pero sea lo que fuere que hagáis,
yo no podré quedarme» . Ahora soy yo quien tiene que apresurarse, y él quien
ha de quedarse.
La Compañía descendió por el camino, descuidado y quebrado, pero todavía
podía verse que en otro tiempo había subido desde las tierras bajas hasta la
puerta. Atravesaba el prado del Lago Espejo, y allí, no lejos del camino, al borde
del agua se alzaba una sola columna rota en la parte superior.