Page 13 - 100 años P. Cándido
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Sra. Isabel Arias                               Por Josué Gómez



                    Vecina del Seminario
                                                                          La última vez que lo vi, él no era la mis-
                                                                    ma persona. Ya tenían que llevarlo de la mano,
                          “Varón de varones”                        caminaba  cabizbajo,  enfermo.  Cuando  supe

                                                                    que  murió,  me  alegré,  porque  pensé  en  que
           Lo  conocí  el  día  en  que  llegaron,  -el  P.  Antonio

     Amo y él-, por primera vez al seminario. Recuerdo que          Dios  había  sido  bueno,  porque  así  dejaba  de
     los vi trabajar, les ofrecí un fresco, y entonces, mandé       sufrir. Él quería morir aquí, le gustaba vivir en

     a mi hija a dejarles un poco. Ella no regresó, por lo que      San Jerónimo.  Yo nunca lo vi enojado, moles-
     mandé a mi sobrina, luego vine yo, y las tres nos que-         to, es un santo de verdad.

     damos encantadas de platicar con aquellos santos re-
     ligiosos.
                                                                                            Por José Peñaloza
           Ellos marcaron la diferencia entre los sacerdotes
     que conocíamos y la labor pastoral  que fueron desa-

     rrollando. Desde que llegaron,  trabajaban al nivel de
     cualquier peón, y después les veíamos hacer la Misa.

     Aquello  era  un  gran  novedad.  Para  construir  lo  que                      P. Cruz Goñi
     ahora tenemos del Seminario, el P. Cándido, derramó

     mucho sudor, pues él, como un trabajador más, hizo de                     Terciario Capuchino
     constructor y arquitecto. Además, recuerdo verlo afa-

     nado atendiendo a las vacas. Incluso, una vez por se-
     mana iba a Guapiles a traer bananos para la alimenta-             “Rompió fronteras entre religiosos

     ción de estas. Betty, que es cooperadora y gran amiga
     de la casa, siempre le preparaba café para su viaje.                           Y superiores”

           Para mí, ha sido un santo. Un varón de varones.               Al P. Cándido, le conocí en el Capítulo Ge-

     Un señor de señores. Recuerdo la estampa de un señor  neral  de  1962,  cuando  estuvo  a  punto  de  salir
     elegante. Una vez vine al Seminario, y él salió, me cogió  electo Superior General, pero no lo logró. Des-

     del brazo y sentí que me elevaron. Hablamos lo que te-        pués, en el siguiente Capítulo, en 1968 fue elegi-
     níamos que hablar, y le pedí que me volviera a tomar  do Superior General en el Seminario Seráfico de

     del  brazo,  pero no  sucedió  lo  mismo.  Él  es  un  santo,  Pamplona.  Una  casa  que  se  estrenaba,  por  lo
     aunque no llegue a los altares.                               que no tenía agua corriente, estaba sin amue-

           Él es un ejemplo para los creyentes. Ahora, no so-      blar,  De  prisa  se  amueblaron  las  habitaciones

     lo él, sino, todos los religiosos que han pasado por esta     para  recibir  a  los  capitulares,  en  condiciones

     casa. Pero, él, con su forma, se convirtió en un referen-     precarias  por  interés  y  capricho  del  Gobierno
     te para quienes nos acercábamos al Seminario.                 General anterior.

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