Page 27 - Tratado sobre las almas errantes
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            particular .  No  ponemos  en  duda  esto,  pero  puede  ser  materia  sujeta  a  discusión  teológica  si
            debemos admitir como verdad de fe ciertos aspectos concretos que van más allá de la realidad de un
            Juicio Final y de una retribución inmediata tras la muerte.
                   En Mt 25, 32 se dice que separará unos de otros como el pastor separa las ovejas de las
            cabras.  Alguien  podría  razonar:  si  hay  algo  que  separar,  eso  implica  que  todavía  queda  algo
            mezclado. Si después del juicio particular todavía separara ovejas en el Juicio Final, eso significaría
            que todavía quedaba algo por separar. El razonamiento es lógico, pero leído el versículo en todo su
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            contexto ,  el  verbo  separar   se  podría  referir  a  que  ante  la  presencia  de  Jesucristo  se  habían
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            reunido todas las naciones, y que por tanto es de esa muchedumbre de donde realiza la separación .
            Aun así, la acción que realiza en ese momento es de separar, y por tanto una lectura pegada a la
            letra del texto bíblico razonablemente se podría preguntar si es que quedaba algo por separar. Y con
            más razón dado que en el episodio de Lázaro y el rico Epulón, cuando se produce la conversación
            entre Abraham y el condenado (Lc 16, 26), Abraham le dice que existe un gran abismo (“jasma
            mega” en griego) entre ambas moradas de ultratumba.
                   Como lo explicado sobre las almas perdidas, en el fondo, estaría o no estaría contenido en
            este  verbo  separar  de  la  parábola,  será  interesante  reparar  en  los  siguientes  detalles  de  tipo
            lexicológico:

                a.  El verbo usado en Mt 25, 32 es “aphoriei”, que significa: limitar, delimitar, poner límites; definir; mandar,
                    determinar. El significado de este verbo se prestaría a una lectura acorde a la teoría intermediacionista, ya que
                    ese momento del Juicio marcaría el límite final al estado de indeterminación para aquellos que se encontrasen
                    en esa situación. Pero el hecho de que el texto se pueda prestar a esa lectura no significa que el texto diga nada
                    a favor.

                b.  En Mt 13, 47-48, se nos vuelve a explicar el Juicio Final bajo otra parábola y los dos elementos antes citados
                    vuelven a estar presentes: una situación en la que los peces están mezclados en la red, y un segundo momento
                    en el que los ángeles separan los peces buenos de los que no lo son. El verbo que se usa aquí no es separar,
                    sino reunir (“sunelexan” en el original griego). Los ángeles reúnen los peces buenos en un sitio y a los otros
                    los arrojan.

                c.  En Mt 13, 30, otra vez se nos vuelve a explicar el Juicio Final, de nuevo otra parábola y de nuevo los dos
                    elementos de los que hablábamos antes: la cizaña y el trigo están mezclados, y en un segundo momento son
                    separados. Otra vez se vuelve a usar el verbo reunir (“sullexate” en griego).

                   Por  lo  tanto,  a  la  hora  de  preguntarnos  qué  es  el  Juicio  Final  tenemos  los  siguientes
              elementos bíblicos ciertos y seguros:

               I.   Unas almas se hallan separadas de otras en moradas distintas (cf. parábola de Lázaro). No sólo no están juntas
                   las almas, sino que se afirma que hay un gran abismo entre ellas.





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                   José Antonio Sayés, Escatología, pg. 114.
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                   “Cuando venga el Hijo del hombre con todo su esplendor y todos los ángeles con Él, entonces se sentará en su
            trono esplendoroso, y se reunirán ante Él todas las naciones, y los separará unos de otros, como el pastor separa las
            ovejas de las cabras” (Mt 25, 31-33).
                 48  “Kai aphoriei autous ap alleion” (Mt 25, 32).
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                   Pero se podría alegar que también más adelante, se dirá “venid, benditos de mi Padre” (Mt 25. 34), y eso no
            implica que los bienaventurados no estuvieran previamente con Jesús.
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