Page 67 - Tratado sobre las almas errantes
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transformación, en el que la persona humana llega a ser capaz de Cristo, capaz de Dios, y así capaz de unidad en la
entera comunión de los santos 168 .
La palabra clave es proceso de transformación. Y así en un autor como Schleiermacher la idea
de la posibilidad de que un alma no se determine durante la vida. En ese autor la idea una
maduración post mortem le llevó a una posición cercana al intermediacionismo:
Ha habido intentos en el lado protestante de afirmar tras la vida un estado de algo parecido al purgatorio.
Friedrich Schleiermacher ocasionalmente insinuó un futuro desarrollo del individuo más allá de la muerte. Se
preguntaba qué sucedía cuando la muerte intervenía “en algunos casos antes de que la pre-ordenación (fore-
ordination) se hubiera completado”. (...) El purgatorio se considera que es un proceso de purificación y
crecimiento. No es ni un lugar ni un estado intermedio entre la tierra y el infierno, sino una parte de la
consumación del ser humano 169 .
Por todo lo expuesto, diríamos que existen dos visiones distintas de la muerte: El momento
del artículo mortis como una petrificación automática de la voluntad. Tesis que vulgarizada y
llevada al extremo se condensaría en esta frase: si has muerto en pecado mortal te conviertes al
momento en un ser depravado que odia a Dios. Y la otra visión, el destino eterno del alma debe
comprenderse desde la parábola del hijo pródigo. Los brazos del padre siempre están abiertos, la
casa paterna siempre tiene la puerta abierta al hijo, es la voluntad del hijo la que debe determinarse,
tomándose éste el tiempo que haga falta, para transformarse a través de la aceptación del
arrepentimiento o para transformarse a través del rechazo al arrepentimiento; caminos ambos que
llevan a decisiones definitivas, a mutaciones definitivas de todo el modo de pensar, de toda la
psicología.
Como se ve, son dos enfoques distintos en el modo de tratar de explicar un mismo artículo
de fe, artículo que consiste en afirmar que tanto la salvación como la condenación son eternas. En el
primer enfoque, el de la transformación automática e irreversible, no queda claro cuál es el
elemento psicológico del hombre en pecado mortal que no le permite dar marcha atrás. En el
segundo enfoque, no se niega la verdad de fe de la condenación irreversible, pero se alarga el
tiempo de la misericordia todo cuanto es posible dentro de nuestros esquemas recibidos de la
Revelación.
Se hace evidente que en los textos magisteriales, aun manteniendo la misma doctrina
siempre, no cabe duda de que se muestra una variación en el enfoque. El magisterio medieval se fija
más en el peccatum mortale como el elemento que implica la condena, lo cual es objetivamente
cierto. Mientras que en el magisterio más reciente sin negar nada de lo relativo al peccatum en su
carácter objetivo, insiste más en que es el rechazo de la voluntad (al arrepentimiento, a Dios, o a
conceptos similares) lo que provoca la determinación de la suerte eterna. Lo habíamos visto antes
en las palabras ya citadas de la audiencia de Juan Pablo II 170 , cuando se refería a los que se
encuentran en la condición de apertura a Dios. Este cambio de enfoque, menos centrado en el
objeto y más en el sujeto, de nuevo lo hallamos en el Catecismo de la Iglesia Católica:
168
Joseph Ratzinger, Eschatology: Death and Eternal Life, Catholic University of America Press, Washington DC
1988, pg. 230.
169 Hans Schwarz, Eschatology, Wm. B. Eerdmans Publishing, Grand Rapids 2000, pg. 361.
170
JUAN PABLO II, Audiencia del 4 de agosto de 1999, n. 1.
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