Page 43 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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El maíz y las patatas quedan apartados en grandes silos de almacenamiento y
                  posteriormente son enviados a Akakor en cumplimiento de la división prescrita de
                  los bienes.
                  Como los Blancos Bárbaros han penetrado cada vez más, el fértil suelo de los
                  valles de los Andes y de las zonas altas del Gran Río se ha hecho escaso. Mi
                  pueblo se ha visto por
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                  ello obligado a iniciar la construcción de terrazas sobre las laderas y sobre las
                  colinas, e irrigadas por un denso sistema de canales. Muros de protección
                  inteligentemente escalonados impiden que el suelo fértil sea excavado por las
                  aguas. Todos los poblados de importancia disponen de grandes cisternas, y
                  canales subterráneos llevan el agua a los campos. Así es como mi pueblo se
                  provee de alimentos en las llanuras y en las montañas, tal y como Lhasa ordenó y
                  tal y como está escrito en la crónica:
                  Ahora hablaremos sobre lo que se hace en los campos donde se han congregado
                  los Servidores Escogidos. Éstos recogen la fruta de la tierra. Recogen colecti-
                  vamente maíz y patatas, miel de abejas y resina. Porque lo producido pertenece a
                  todos y el terreno es propiedad común. Así es como Lhasa lo dispuso para que no
                  hubiera ni diferencias ni hambre. Y la tierra se mostró generosa. El pueblo disfrutó
                  de la abundancia y de la vida. Había alimentos más que suficientes en la tierra, en
                  las llanuras y en los bosques, a lo largo de los ríos y en la inmensidad de las
                  lianas.
                  Para su uso diario, mi pueblo elabora una gran cantidad de objetos artísticamente
                  trabajados. Las mujeres tejen los más finos tejidos con la lana del carnero de las
                  montañas. Para colorear los vestidos y convertirlos en prendas sencillas y
                  hermosas, utilizan vegetales y jugos de árboles que son desconocidos por los
                  Blancos Bárbaros. En las llanuras y en los bosques sobre el Gran Río nos
                  cubrimos con un taparrabos sujeto por un cinturón de lana coloreada. Con una
                  capa hecha de gruesa lana nos protegemos contra el frío de las montañas.
                  Únicamente utilizamos los adornos en las fiestas especiales.
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                  Las mujeres tejen cintas de colores para su pelo, que se corresponden con los colores
                  respectivos de cada comunidad rural. Los hombres se pintan con los cuatro colores
                  tribales de los Ugha Mongulala: blanco, azul, rojo y amarillo. Únicamente las clases
                  superiores —funcionarios, sacerdotes y miembros del consejo supremo— lucen un
                  collar de plumas de colores. Como un signo particular de su alta función, el príncipe y
                  los sacerdotes llevan marcas tatuadas en sus pechos.
                  Así como sucede con los demás pueblos del Gran Río. las necesidades diarias de los
                  Ugha Mongulala son modestas. La alimentación básica se compone de patatas, de
                  maíz, y de tubérculos y raíces de diversas plantas. Las patatas son cocidas: la carne
                  es frita en un fogón abierto situado en la antecámara de la casa. En todas nuestras
                  comidas bebemos agua y jugo de maíz fermentado. Para comer utilizamos cucharas
                  de madera y cuchillos de bronce. En las cabañas rectangulares de piedra no
                  disponemos ni de sillas ni de mesas. Durante las comidas, la familia se arrodilla sobre
                  el puro suelo, y por la noche duerme sobre bancos labrados en piedra. Mi pueblo
                  aprendió la utilización de los colchones rellenos de hierba con la llegada de los
                  soldados alemanes. Perchas de bronce están insertas en las paredes interiores de las
                  casas. Durante la noche, las ropas de lana se cuelgan sobre la entrada. Los alimentos
                  se conservan en grandes vasijas de arcilla fabricadas con tierra roja de las montañas.
                  Mediante grandes cuerdas, las vasijas son descendidas hasta el interior de los
                  volcanes apagados para que allí se sequen, y posteriormente serán decoradas con
                  bonitos dibujos que reproducen escenas de la historia de los Ugha Mongulala. Mas
                  todos estos objetos no tienen ni punto de comparación con los de nuestros Maestros
                  Antiguos. No poseemos herramientas como las que ellos poseían y que. como si fuera
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