Page 45 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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nombres a los pueblos que vivían en los bosques sobre el Gran Río: la Tribu de los
                  Corazones Negros, la Tribu de la Gran Voz, la Tribu Donde la Lluvia Cae. la Tribu que
                  Vive en los Árboles. la Tribu de los Cazadores de Tapires, la Tribu de los Rostros
                  Deformados, y la Tribu de la Gloria que Crece. Las tribus salvajes que vivían fuera del
                  imperio quedaron excluidas de este honor.
                  Con la llegada de los Blancos Bárbaros hace 500 años, el viejo orden de Lhasa quedó
                  destruido. La mayoría de las Tribus Aliadas renunciaron a las enseñanzas de los
                  Padres Antiguos y comenzaron a adorar el signo de la cruz. Hoy en día, únicamente
                  los Ugha Mongulala viven de acuerdo con el legado de los Dioses. Nuestras creencias
                  difieren de una manera fundamental de la falsa fe de los Blancos Bárbaros, quienes
                  adoran la propiedad, la riqueza y el poder, y consideran que ningún sacrificio es
                  demasiado grande con tal de obtener más que lo que el hombre que está a su lado.
                  Pero el testamento de nuestros Dioses nos enseña cómo vivir y cómo morir. Afirma la
                  existencia de una vida después de la muerte.

                  Nos enseña cómo se crea el cuerpo, cómo se consume y cómo es constantemente
                  modificado por el alimento. Por esta razón, el cuerpo no puede representar nuestra
                  vida real. Nuestros sentidos dependen de nuestro cuerpo, y son albergados por él
                  como la llama por una vela. Cuando la vela se extingue, los sentimientos se extinguen
                  igualmente. Por tanto, tampoco los sentimientos pueden ser nuestra vida real. Dado
                  que nuestro cuerpo y nuestros sentimientos están sujetos al tiempo, su carácter está
                  compuesto de cambio. Y la muerte es el cambio completo. Nuestra herencia nos
                  enseña que la muerte destruye algo de lo que en realidad podemos prescindir. El yo
                  real, la esencia de los humanos, la vida, está fuera del tiempo. Es inmortal. Tras la
                  muerte del cuerpo, el yo regresa al lugar de donde provino. Así como la llama se sirve
                  de la vela, el yo se sirve del hombre para hacer manifiesta su vida. Tras la muerte,
                  regresa a la nada, al comienzo del tiempo, al primer comienzo del mundo. El hombre
                  forma parte de un grande e incomprensible desarrollo cósmico que se desenvuelve y
                  que está gobernado por una ley eterna. Nuestros Maestros Antiguos conocían dicha
                  ley.
                  Así es cómo los Dioses nos enseñaron el secreto de la segunda vida. Ellos nos
                  mostraron que la muerte del cuerpo es insignificante y que solamente importa la
                  inmortalidad de la vida, liberada del tiempo y de la materia. En las ceremonias del
                  Gran Templo del Sol damos las gracias a la luz por cada nuevo día y sacrificamos miel
                  de abejas, incienso y frutas escogidas, tal y como está escrito en la crónica:
                  Y ahora hablaremos del templo, del llamado Gran Templo del Sol. Lleva este nombre
                  en honor de los Dioses. Aquí se reunían el príncipe y los sacerdotes. El pueblo
                  quemaba incienso. El príncipe sacrificaba las plumas

                  azules del pájaro de los bosques. Éstos eran los signos para los Dioses. De esta
                  forma los Servidores Escogidos homenajeaban a sus Padres Antiguos, que son de
                  la misma sangre y tienen el mismo padre.
                  Los conocimientos de nuestros Maestros Antiguos eran muy grandes. Conocían el
                  curso del Sol y dividieron el año. Los nombres que dieron a las trece lunas fueron los
                  siguientes: Unaga, Mena, Laño, Ceros, Mens, Laime, Gisho, Manga, Klemnu. Tin,
                  Meinos, Denama. e Ilashi. A cada dos lunas de veinte días les sigue una luna doble. Al
                  finalizar el año. dedicamos cinco días a la veneración de los Dioses. Seguidamente
                  celebramos nuestra fiesta sagrada más importante, el solsticio, cuando se inicia la
                  renovación de la Naturaleza. Los Ugha Mongulala se reúnen en las montañas que
                  rodean Akakor y saludan al nuevo año. El sumo sacerdote se inclina ante el disco
                  dorado en el Gran Templo del Sol y vaticina el futuro más inmediato, tal y como
                  prescriben las leyes de los Dioses.
                  El legado de los Padres Antiguos determina la vida de los Ugha Mongulala desde el
                  nacimiento hasta la muerte. Los jóvenes asisten a las escuelas de los sacerdotes
                  desde la edad de seis años hasta los dieciocho. Allí aprenden las leyes de la
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