Page 48 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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La campaña más importante antes de la llegada de los godos se dio en el año
8500. Según cuentan los sacerdotes, las tribus salvajes de la frontera septentrional
del imperio se habían aliado con la Tribu de los Caminantes. Asesinando y
saqueando, llegaron hasta el Gran Río. La Tribu de la Gran Voz huyó de pánico.
Maid, el legitimo gobernador de las Tribus Escogidas, declaró entonces la guerra
contra los pueblos hostiles.
Al mismo tiempo que desde todas las partes del imperio se iba reuniendo un
poderoso ejército, los Ugha Mongulala comenzaron a dotarse del necesario equipo
militar. Prepararon arcos, flechas, hondas y lanzas de bambú en los valles y en los
bosques del Gran Río. Día y noche los cazadores salieron para matar la caza
necesaria para los guerreros. Las mujeres tejieron ropajes de guerra para sus
hombres y cantaron canciones sobre las heroicas gestas de los grandes príncipes.
Todo el territorio de Maid estaba dominado por un poderoso afán de batalla. Así
es, en cualquier caso, como lo cuentan los sacerdotes. Finalmente, cuando
después de seis meses se hubo reunido un ejército de 300.000 hombres, Maid, el
príncipe, convocó a los ancianos y a los sacerdotes. Vestido con el res-
plandeciente traje dorado de Lhasa y portando el cetro de plumas azules, rojas,
amarillas y negras, mandó llamar al mensajero con la Flecha Dorada. Cuando éste
llegó, todos los presentes se inclinaron. Maid le ofreció agua y pan. los signos de la
vida y de la muerte. El júbilo estalló entre las tribus de los Servidores Escogidos,
gritos de alegría que llegaron
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hasta las cuatro esquinas del Universo y sembraron el miedo y el terror entre las tribus
hostiles.
Se inició entonces la gran marcha hacia la frontera septentrional. Durante dos meses,
los enmudecidos tambores retumbaron e hicieron temblar la tierra. Y cuentan los
sacerdotes que al final del segundo mes las Tribus Escogidas encontraron al ejército
enemigo. Con sus gritos de guerra, los guerreros se lanzaron los unos contra los otros.
Los arqueros dispararon sus flechas y destruyeron la vanguardia del enemigo. Tras
ellos, las tropas de lanceros trataron de romper el cuerpo principal del ejército
enemigo. Al llegar la noche, la batalla se interrumpió: según el legado de los Dioses,
ningún guerrero podrá entrar en la segunda vida si muere durante las horas de la
oscuridad. Pero al comenzar la mañana siguiente la lucha se reanudó con una
intensidad redoblada. En un poderoso ataque, los Ugha Mongulala derrotaron a la
Tribu de los Caminantes. Sus- capitanes se rindieron e imploraron misericordia. Pero
Maid no escuchó y nadie fue perdonado. La tristeza y la alegría se extendieron al
mismo tiempo por el imperio.
Los Pueblos Degenerados
Durante el octavo y el noveno milenios, los Ugha Mongulala se vieron envueltos en
varias campañas contra las tribus rebeldes. Maid derrotó a la Tribu de los Caminantes
y rechazó el ataque de las tribus salvajes sobre las zonas bajas del Gran Río. Nimaia
amplió las tres fortalezas —Mano, Samoa y Kin— situadas en el país denominado
Bolivia y levantó fuertes barreras defensivas en los alrededores del destruido recinto
religioso de Mano. Otros príncipes sostuvieron otras batallas: Anou
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luchó contra la Tribu de los Comedores de Serpientes y contra la Tribu de los
Corazones Negros. Ton castigó a los Cazadores de Tapires por su desobediencia
y envió exploradores a las costas del océano oriental. Kohab, un descendiente
especialmente digno de Lhasa, el Hijo Elegido de los Dioses, derrotó a la Tribu de
los Rostros Deformados en una sangrienta batalla librada en las zonas altas del
Río Negro y que duró tres días, extendiendo el imperio hasta el país llamado
Colombia. Muda levantó un segundo cinturón defensivo en torno a Akakor y
construyó depósitos subterráneos en los valles elevados de los Andes.