Page 53 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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Barco de los godos
                  ses, desde el comienzo de la luz, de la vida y de ¡u tribu. ¡04 príncipes habían
                  sucedido a Lhasa. Los corazones de los Servidores Escogidos estaban sombríos. El
                  clan de Viracocha se había alejado a Cuzco. Allí construyeron sus cabañas. AIIí
                  erigieron los templos de sus dioses y predicaron la guerra y el odio. Ése constituía su
                  diario alimento desde el alba hasta el crepúsculo y por la noche. Un extraño mensaje
                  llegó entonces a Akakor. Guerreros extranjeros estaban subiendo por el Gran Río:
                  hombres valientes, tan fuertes como el gato montes, tan arrojados como el jaguar.
                  Niños y mujeres venían con ellos. Caminaban en busca de sus dioses. Así fue como
                  los godos llegaron al imperio de los Ugha Mongulala.
                  La llegada de los guerreros extranjeros que se denominaban
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                  a sí mismos godos constituye uno de los grandes misterios de la vida de mi pueblo.
                  Los Ugha Mongulala conocían desde los tiempos de Lhasa la existencia de un
                  gran imperio situado más allá del océano oriental y que había sido gobernado por
                  su hermano Samón. Pero desde la destrucción de la ciudad de Ofir en el séptimo
                  milenio, las relaciones se habían interrumpido. Hasta la llegada de los godos, los
                  sacerdotes creían que el imperio de Samón se había desvanecido. Los guerreros
                  extranjeros eran portadores de un mensaje bastante diferente: más allá del océano
                  existían muchas tribus y naciones poderosas. Según los relatos de los godos,
                  también su historia se derivaba de criaturas divinas. Una antigua familia de
                  príncipes había descendido desde los cielos y les había enseñado la vida y la
                  muerte. Muchos miles de años después, los godos se vieron forzados por el
                  hambre y por las tribus hostiles a caminar hacia tierras extranjeras. Y aquí se
                  había cumplido su destino.
                  Este era el nombre del príncipe de los godos. Ellos le llamaban el Cazador Salvaje.
                  Poseía una gran sabiduría ^ y una mente perspicaz. Era un profeta, de buena
                  voluntad y autor de gestas heroicas. Él los salvó de la destrucción. Porque los
                  valientes guerreros estaban abatidos, parecían condenados a la perdición en la
                  montaña que vomitaba fuego. Se enfrentaban a su extinción. Pero el Cazador
                  Salvaje se impuso a la desgracia de su pueblo. Firmó una alianza con los audaces
                  navegantes del Norte. Y su pueblo salió al mar en busca de los dioses. Los godos
                  los buscaron por todas las esquinas del mundo, por el Final Azul del Mundo y por
                  el Final Rojo del Mundo. Cruzaron la infinitud de los océanos. Y después de treinta
                  lunas encontraron un nuevo hogar en el país de los Senadores Escogidos.
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                  La alianza entre las dos naciones
                  La llegada de los godos en el año 11.051 (570 d. de C.) tuvo un significado
                  providencial para los Ugha Mongulala. Akakor contaba ahora con el apoyo de un grupo
                  de experimentados guerreros, infinitamente superiores a las tribus rebeldes. Durante
                  varios siglos, el consejo supremo y los sacerdotes se apartaron de las luchas por el
                  poder. El Pueblo Escogido recuperó la confianza en el legado de los Padres Antiguos.
                  Una vez mas. la profecía de los Dioses se había probado cierta. En la hora de la
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