Page 56 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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imperio desde Cuzco. En Akakor. el legitimo sucesor de los Padres Antiguos
gobernaba de acuerdo con el legado de los Dioses.
Los Servidores Escogidos conocieron la felicidad, y vivían en paz. Verdaderamente, su
imperio era grande. Nadie podía hacerles daño. Nadie podía derrotarles; su poder
crecía cada vez más. Todo comenzó con la llegada de los godos. Las tribus más
fuertes y las más pequeñas se sometieron con temor; temían a los guerreros de hierro.
Estaban ansiosas de servir a las Tribus Escogidas y trajeron numerosos regalos. Mas
los sacerdotes elevaron sus rostros al cielo. Dieron gracias por los poderosos aliados.
Sacrificaron incienso y miel de abejas. Y así fue cómo rezaron a los Dioses, éste era el
-- grito de sus corazones: «Concedednos hijas e hijos. Proteged a nuestro pueblo de la
tentación y del pecado. Protegedlo de la lujuria; no le permitáis que tropiece cuando
asciende y cuando desciende. Concedednos buenos caminos y buenos senderos. No
permitáis que la desgracia y la culpa le sobrevengan a esta alianza. Preservad la
unidad en las cuatro esquinas del mundo y a lo largo de los cuatro lados del mundo de
modo que la paz y la felicidad reinen en el imperio de las Tribus Escogidas».
Y los Dioses escucharon las oraciones cíe los sacerdotes y bendijeron la unión entre la
nación de los godos y la nación
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de los Ugha Mongulala. Los guerreros extranjeros que habían cruzado el océano
en sus naves dragones se sometieron voluntariamente al legado de los Dioses.
Aprendieron nuestro idioma y nuestra escritura, y se asimilaron rápidamente con
nuestra nación. Sus dirigentes asumieron importantes funciones en la
administración del imperio. Sus generales se convirtieron en el terror de las tribus
hostiles. Incluso sus sacerdotes renunciaron a sus falsas creencias, que habían
traído en un pesado libro forrado en hierro. Este libro, que los soldados alemanes
llamaban «Biblia», está escrito en signos que son incomprensibles para mi pueblo.
Contiene escenas sobre la vida de los godos en su propio país y habla también de
un dios poderoso que había venido a la Tierra bajo el signo de la cruz para liberar
al hombre de la oscuridad. Mil años después, los Blancos Bárbaros afirmarían su
origen divino con el mismo signo. En su nombre y en su honor destruyeron el
imperio de los incas y trajeron la muerte a millones de personas. Pero hasta su
llegada, que es descrita en la tercera parte de la Crónica de Akakor, los Ugha
Mongulala y los godos vivieron en paz, unidos por el legado de los Padres
Antiguos. Realiza ron los sacrificios prescritos, honraron a los Dioses, y recordaron
el lejano período en el que sobre la tierra no existían ni los hombres ni el Gran Río.
tal y como está escrito en la crónica:
Hace incontables años, el Sol y la Luna deseaban desposarse. Pero nadie podía
unirlos. Porque el amor del Sol era ardiente y habría quemado la Tierra. Y las
lágrimas de la Luna eran innumerables y habrían inundado la tierra firme. Así que
nadie los unió y el Sol y la Luna se separaron. El Sol marchó en una dirección y la
Luna en otra. Pero la Luna lloró durante toda la noche y du-
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rante todo el día. Y sus lágrimas de amor cayeron sobre el planeta, sobre la tierra y
sobre el mar. Y el mar se enfadó, y sus aguas, que durante seis lunas suben hacia
arriba y durante seis lunas bajan hacia abajo, rechazaron las lágrimas. Fue así
cómo la Luna las dejó caer sobre la tierra firme y creó con ellas el Gran Río.
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El Libro de la Hormiga
Esta es la hormiga. Incansable en su trabajo, nada se le resiste. Pode-
rosos son los montículos que construye. Grandes las comunidades que
establece. Incontable es su número. Todo lo destruye. Carcome la carne