Page 55 - Brugger Karl Crnica de Akakor
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arqueros y los hondistas superaron las empalizadas y destruyeron las puertas de
                  los poblados del enemigo. Mataron a un incontable número de adversarios y un
                  gran botín cayó en sus manos. He aquí la lista: flautas de huesos y cuernos
                  huecos, preciosos adornos de plumas del gran pájaro de los bosques, pieles de
                  jaguar y esclavos. De
                  todo capturaron. Las Tribus Escogidas alcanzaron un poder que no habían
                  poseído durante miles de años.
                  Según la Crónica de Akakor, los ejércitos aliados de los Ugha Mongulala y de los
                  godos salieron a luchar en las cuatro direcciones del imperio y pusieron en fuga a
                  las Tribus Degeneradas. Era un tiempo de castigo y un tiempo de retribución por
                  su traición al legado de los Maestros Antiguos. Solamente en la frontera occidental
                  se limitó Akakor a defenderse. Fiel a la orden de los Maestros Antiguos de no
                  luchar jamás contra sus propios hermanos, el consejo supremo se limitó a erigir
                  una elevada muralla para protegerse de los incas. Durante trece años, 30.000
                  aliados trabajaron sobre la espaciosa muralla de piedra con sus contrafuertes y
                  sus trincheras. Fueron instaladas atalayas rectangulares hechas de gigantesca
                  sillería y situadas entre sí a una distancia de seis horas de camino. Contenían
                  habitaciones para el almacenamiento de armas y de alimentos, así como cuartos
                  para los guerreros. Carreteras pavimentadas unían las fortalezas con Akakor.
                  La principal empresa militar del undécimo milenio la constituyó una poderosa
                  campaña en el Norte. A su llegada, los godos habían traído noticias de un pueblo
                  de tez morena que llevaba plumas. Vivía más allá de los estrechos del Norte y
                  comerciaba con sus antepasados*. Como en ese momento los sacerdotes
                  descubrieron signos ominosos en el cielo, el consejo supremo temió un ataque de
                  las desconocidas naciones, decidió preparar un gran ejército y enviarlo a la
                  frontera septentrional. Y así. dos millones de guerreros de los Ugha Mongulala y
                  de las Tribus Aliadas partieron en el año 11.126 (645 d. de C.). tal y como esta
                  escrito en la crónica:
                  * Es decir, con los indios norteamericanos. (.Y. del E.)
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                  Así fue cómo habló el príncipe a los guerreros reunidos: «Marchad ahora hacia ese
                  país. No tengáis miedo. Si existen enemigos, luchad con ellos, matadlos. Y enviad
                  nos mensajes de modo que podamos acudir en vuestra ayuda».  Éstas fueron  sus
                  palabras.   Y la gigantesca fuerza se puso en marcha. Estaban todos: los
                  explorado res, los arqueros, los hondistas, los lanceros. Atravesaron las colinas.
                  Ocuparon las playas de los océanos. Partieron hacia el Norte. Construyeron
                  poderosas ciudades para mostrar la fuerza de las Tribus Escogidas.
                  La mayor campaña en la historia de las Tribus Escogidas concluyó sin resultados
                  concretos. Unas lunas después de la partida del ejército, las comunicaciones se
                  interrumpieron súbitamente. Los últimos informes en llegar a Akakor mencionaban una
                  terrible catástrofe. El país más allá de la frontera era ahora un mar en llamas. Los
                  guerreros que sobrevivieron huyeron hacia el Norte y se mezclaron con un pueblo
                  extraño. Seria solamente mil años después, cuando los Blancos Bárbaros avanzaban
                  hacia el Perú, cuando los temores del consejo supremo quedarían confirmados:
                  guerreros extranjeros llegaron desde el Norte y destruyeron el imperio inca. Y con su
                  llegada también pereció el poderoso y pacifico imperio de los Ugha Mongulala.
                  Un milenio de paz
                  El pacifico imperio duró mil años, desde el 11.051 hasta el 12.012 (570-1531 d. de C.).
                  En este período, solamente dos
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                  tribus gozaban de poder y de prestigio: los Ugha Mongulala. la nación de las Tribus
                  Escogidas, y los incas, los Hijos del Sol. Se habían dividido el país entre ellos y vivían
                  en paz. Los descendientes de Viracocha el Degenerado gobernaban sobre un enorme
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