Page 137 - Vive Peligrosamente
P. 137

inesperadamente, estallaron unas cuantas granadas cerca del lugar donde
          estábamos. Sentí que se me helaba la sangre y temí por la vida de nuestro
          coronel que, así me lo confesó más tarde, había pasado por un gran susto.
            El general de División Hausser rogó al coronel que se reuniera con él
          para sostener una breve conferencia. Entonces dijo que habíamos avanzado
          demasiado y que carecíamos de la suficiente seguridad para poder seguir
          hacia adelante, ya que ignorábamos si la zona en la que nos encontrábamos
          estaba todavía en poder del enemigo. Nuestras  baterías no tenían el
          suficiente calibre para poder alcanzar la distancia de 120 kilómetros. Por
          ello era imprescindible que nuestra Sección de Artillería se incorporara al
          grueso lo antes posible.
            Me ofrecí voluntario para volver al  lugar donde estaba emplazada
          nuestra Artillería, y me proporcionaron uno  de los vehículos  pesados y
          cinco hombres. Una ametralladora  y cinco pistolas–ametralladoras
          automáticas constituían nuestro armamento. Tenía marcada sobre mi mapa
          la ruta que habíamos recorrido. Por ello, sabía dónde encontraría a nuestra
          Sección. Ahora bien; descubrí, asimismo, que el mapa no era correcto; ello
          me obligó a guiarme por mi intuición. Y en ella sí que confiaba.
            No es agradable viajar por un territorio ocupado por el enemigo con sólo
          unos pocos hombres. En mi condición de oficial, no debía dejar traslucir la
          inseguridad que sentía. Nuestra ruta nos obligó a pasar por varios bosques
          en los que había unos hoyos tan profundos que, más de una vez, nuestro
          vehículo se atascó.
            Oímos  muchos ruidos sospechosos y, en  más de una ocasión, mis
          soldados dispararon por pura precaución
            Llegamos a una aldea, situada a mitad de nuestro camino, y recordé que
          al avanzar la habíamos  sobrepasado por su parte derecha. No puedo
          explicar por qué, pero un extraño presentimiento me movió a no seguir el
          mismo camino. Por tal razón, doblé a mi izquierda y apresuré la marcha.
          Fuimos avanzando lentamente y, a pesar de que íbamos solos, no
          conseguimos avanzar en una hora más que veinte kilómetros.
            Un imprevisto obstáculo –un montón de arena– detuvo nuestra marcha.
          Ello nos obligó a hacer un alto de un cuarto de hora. Pero como ya éramos
          veteranos en tan difíciles situaciones, construimos un pequeño camino
          suplementario con ramas  y algunos  troncos  y así pudimos salvar el
          obstáculo fácil  y satisfactoriamente. No nos  detuvimos para comer. No
          ignorábamos que nuestra  misión era importante, y sabíamos que era
          peligroso detenerse en aquellos parajes.
   132   133   134   135   136   137   138   139   140   141   142