Page 138 - Vive Peligrosamente
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Encontramos nuestra Unidad después de siete horas de marcha, cuando
ya había oscurecido. El capitán Rumohr se apresuró a dar la orden de
avance, y el suboficial Wurach me puso al corriente de la situación en que
estábamos.
Me dijo que la carretera principal volvía a estar ocupada por los rusos.
Esta noticia me hizo sentir satisfecho por haber pasado por la otra en mi
camino de regreso. Habíamos tenido una gran suerte al decidir no pasar por
la parte derecha del pueblo que dejamos atrás.
El avance de toda la División fue mucho más lento. Como era de noche
no nos fue fácil orientarnos. Yo iba en cabeza de la columna con mis
hombres y tuve que detenerme varias veces para orientarme. Sólo hicimos
breves altos para llenar de carburante los depósitos de nuestros vehículos.
Incluso nos vimos obligados a combatir en determinados puntos para poder
continuar hacia adelante. Algunos vehículos se quedaron atascados y
tuvimos que hacerles avanzar a la fuerza. Llegamos a nuestro destino al
mediodía siguiente y allí nos enterarnos de que no se nos esperaba tan
pronto. Pero fuimos recibidos con grandes muestras de alegría. El coronel
Hansen me elogió y me dijo que haría la propuesta al Alto Mando para que
se me condecorase con la Cruz de Hierro.
Atravesamos el Beresina al sur de Bosninck. Esta operación nos llevó
tres días porque el enemigo nos dio mucho quehacer. Los rusos habían
logrado reunir sus fuerzas y se defendían como leones.
En el curso de los quince días que duró esta incursión, aprendimos a
atrincherarnos utilizando el suelo. Había pocas ocasiones en las que
podíamos instalar nuestros puestos de mando normalmente, ya que nos
veíamos obligados a hacer estrechos agujeros en el terreno para refugiarnos
en ellos. Hasta dormíamos en los mismos para estar más protegidos.
Nuestra situación era incómoda, ya que la artillería rusa demostraba tener
buena puntería.
Nuestras posiciones, en la orilla derecha, tenían cotas más altas que las
del enemigo. Nuestro jefe Jochen Rumohr había hecho construir una
trinchera de metro y medio de profundidad a lo largo de la colina. No era
fácil, desde retaguardia, llegar a ella; las comunicaciones estaban batidas
por el fuego del enemigo. Los encargados de reparar los daños causados
por el fuego de los rusos llevaban una vida infernal, pues no tenían más
remedio que cubrirse constantemente para evitar que les alcanzaran los
disparos; cuando los cables que arreglaban no eran rotos por los proyectiles
de la artillería soviética resultaban partidos por alguno de nuestros vehícu--