Page 144 - Vive Peligrosamente
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continuo martilleo del zapatero. Me sentí satisfecho de que no  me
          ofrecieran compartir su comida, de que no me tratasen como a un huésped.
          Fumé mucho y ofrecí uno de mis cigarrillos al hombre. Pero fue la mujer la
          que lo tomó; lo encendió en un ascua y se lo puso entre los labios. Por su
          manera de fumar  me di  cuenta de que estaba  acostumbrado a  fumar un
          tabaco más fuerte. El zapatero terminó su tarea y me alargó mis botas ya
          arregladas; me las puse pensando que podrían durarme algunos meses más.
          Cuando me dispuse a partir y alargué la mano al zapatero, me rodeó toda la
          familia y todos dijeron un saludo ruso.
            Salí de la casa, subí a mi coche y me di cuenta de que los moradores de
          la "isba" me contemplaban a través de los cristales de la ventana. Tuve la
          certeza de que mi visita les había  dejado completamente indiferentes, y
          noté que ni siquiera demostraron temor al verse ante un soldado alemán; se
          limitaron, únicamente, a sentir curiosidad. El resto de la ciudad no merece
          ni un comentario. Sólo diré que tuve que salir de ella a los pocos días.
            Recibió nuestra División la orden de dirigirse hacia el  sur de
          Smolensko, con la misión de apoderarse del núcleo ferroviario de Jelna.
          Formaba parte de la columna el regimiento "Grossdeutschland", otra
          unidad de la "élite" del ejército alemán. Pudimos avanzar con rapidez
          porque cada vez eran  menos los ataques enemigos que nos obligaban a
          detenernos. El larguísimo viaje hacia el Este parecía  extenderse ante
          nosotros libre de obstáculos. Todo hacía suponer que el Ejército soviético
          había sido derrotado completamente. No podíamos menos de preguntarnos
          si nuestra victoria en el Este sería  tan fácil como las que habíamos
          conseguido en los demás frentes.
            A  mediados  de julio, apenas tres  semanas después de haber iniciado
          nuestro avance, ocupamos la pequeña ciudad de Jelna, lo que nos permitió
          crear una cabeza de puente de unos ocho kilómetros en torno a la misma.
          Conseguimos formar un semicírculo. A nuestra  División le correspondió
          situarse en su flanco occidental. Nuestra posición era muy avanzada, pues
          el grueso de las tropas alemanas estaba a varios  kilómetros  a nuestras
          espaldas. Únicamente estábamos unidos a ellas por una estrecha franja de
          terreno que, por otra parte, era de unos cien kilómetros de larga. Elegimos
          nuestras posiciones aprovechando una sucesión de colinas que se extendían
          ante nosotros. Para llegar a ellas, atravesamos extensos campos de trigo en
          los que crecían árboles de poca altura  pero que, no obstante, impedían
          nuestra visibilidad. Por habernos familiarizado con él, el suelo arenoso ya
          no dificultaba tanto nuestra marcha.
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