Page 215 - Vive Peligrosamente
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la misión en mi calidad de oficial de las SS. Había comenzado participando
          en la guerra como simple soldado; había llegado a oficial de la Reserva, y
          tenía deseos de continuar ostentando dicho grado hasta que llegase el final
          de aquella sangrienta contienda.
            Unos días más tarde me ascendieron a Capitán de la Reserva. El curso
          que ahora se me confiaba había estado a cargo de un capitán holandés de
          las SS. Los jefes de la compañía  eran viejos soldados cargados de
          experiencia. Pude apreciar que con aquella base podía continuar la obra.
            Sin embargo, no contaba con el suficiente número de colaboradores que
          me ayudasen a sacar adelante la "escuela" de la Sección VI. A  pesar de
          ello, tuve suerte, ya que unos veinte jóvenes asesores que, hasta aquellos
          momentos,  se habían  limitado a desempeñar cargos puramente
          burocráticos, fueron puestos a disposición del Servicio de Informaciones
          Políticas. Entre ellos encontré a un compatriota antiguo conocido, el Primer
          Teniente Karl Radl. En seguida le pregunté si estaba dispuesto a ayudarme
          a formar el nuevo grupo del VI–S. No sólo se declaró dispuesto a ello sino
          que, además, puso a mi  disposición otros dos asesores. Los tres tenían
          experiencia militar, habiendo merecido ser ascendidos a oficiales. Me sentí
          tranquilizado al poder contar con ellos de una manera completa y total.
            Recibimos la orden de ampliar el número de los asistentes a nuestros
          cursillos, hasta poder llegar a formar  con ellos un batallón. Obtuve la
          autorización de la jefatura superior de las  SS para ponerme  en
          comunicación con un cuerpo especial llamado "Friedenthal" y  llegué a
          trabar relaciones amistosas con sus dirigentes. Gracias a mis relaciones con
          las diferentes unidades que combatían, o habían combatido, en el frente,
          conseguí la  colaboración de varios  oficiales, suboficiales y de  un cierto
          número de soldados. Por ello, al cabo de poco tiempo tuve completamente
          formada la Segunda Compañía.
            Encontramos un lugar apropiado para instruir a nuestros hombres cerca
          de Oranienburg, e instalamos nuestro cuartel general en un antiguo coto de
          caza rodeado por un extenso parque, dándonos cuenta de que los
          alrededores del coto, donde abundaban los prados y los bosques, eran zonas
          muy adecuadas para ejercitamos con vistas a cumplir la misión que se nos
          había confiado.
            Nos dimos prisa en construir las barracas necesarias para albergar a
          nuestros hombres; allanamos los campos que necesitábamos para  nuestra
          instrucción e instalamos las cocinas de campaña que precisábamos.
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