Page 300 - Vive Peligrosamente
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llegaban el jefe de Policía y de las SS de Viena, general de  División
          Querner.
            Se mostraron encantados de hallar a mi insigne huésped sano y salvo.
          Cuando se enteraron de  que un avión acababa de hacer un  aterrizaje
          forzoso, supusieron que se trataba del nuestro; se  mostraron muy
          satisfechos cuando pudieron comprobar que el aparato en cuestión era uno
          de los dos que nos escoltaban. Más tarde me enteré de que el otro avión
          salido al mismo tiempo que nosotros de Roma, también tuvo que aterrizar
          forzosamente en la parte nueva de Viena, pero ambas tripulaciones habían
          resultado ilesas.
            Confieso que sólo respiré aliviado  cuando estuvimos instalados en el
          coche del general Querner. Tan sólo en aquel momento me vi libre de la
          inmensa responsabilidad que había pesado sobre mis hombros. Y entonces,
          ¡sólo entonces!, pude afirmar que había vencido todas las dificultades de
          tan arduo día. Llegamos al Hotel Imperial, en el que instalamos al Duce, en
          un apartamento previamente reservado para él.
            Aquella noche sostuve con Mussolini una pequeña y divertida
          conversación.
            Como habíamos llegado sin equipaje, el general Querner se las arregló
          para proporcionar al Duce un pijama y los útiles de tocador más necesarios.
          Cuando le llevé todo a su habitación, me hizo una divertida observación:
            –No es sano dormir con pijama. Yo acostumbro dormir desnudo. Y se lo
          aconsejo, capitán Skorzeny, haga lo mismo en cualquier situación en que se
          encuentre.
            El intenso brillo de sus ojos me demostró que el "hombre" que había en
          Mussolini conocía muy bien todos los aspectos de la vida. No pude evitar
          una sonrisa de comprensión. A continuación le deseé "buenas noches" y me
          despedí de él hasta la mañana siguiente.
            De pronto,  sonó el timbre del teléfono  de mi habitación. Me
          comunicaron que Himmler deseaba hablar conmigo. Me felicitó por el éxito
          de mi empresa y me hizo unas cuantas preguntas. Inesperadamente habló
          en un tono de camaradería, completamente desconocido en él.  Recuerdo
          que dijo:
            –Sé que es usted vienés, Skorzeny. ¿Ha visto ya a su mujer? Cítela en el
          hotel para que puedan verse esta noche. Es imprescindible que no se separe
          de Mussolini; deberá permanecer junto a él en el transcurso de los
          próximos días.
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