Page 304 - Vive Peligrosamente
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Es comprensible que  ye tuviera gran interés por saber si todas  mis
          investigaciones habían sido dirigidas  hacia el lugar indicado.  Y tuve la
          satisfacción de comprobar que así fue y que las pistas que había seguido no
          resultaron falsas. Incluso las fechas en las que el Duce había cambiado de
          "domicilio", por llamarlo de algún modo, concordaban perfectamente con
          las mías.
            Lo único que resultó una novedad para  mí fue  el hecho de que,
          realmente, los italianos hubieran decidido entregarle a los aliados una vez
          proclamado el "alto el fuego".
            Me dijo que si a ello se hubiese llegado, se habría suicidado antes que
          caer vivo en manos enemigas. Un joven teniente de "carabinieri", al que vi
          en el hotel de montaña, estaba dispuesto a secundar tan drástica decisión.
            Durante aquellos días, trabé conocimiento con otros dos miembros de la
          familia de  Mussolini. El conde Ciano  y su esposa fueron llevados
          secretamente a Alemania el mes de agosto, y habitaban en una propiedad
          situada en las cercanías de Munich. El mismo lunes por la tarde, Edda
          Ciano visitó a su padre para rogarle que recibiera a su esposo. La condesa
          tenía muy mal aspecto y parecía intensamente preocupada. No sabía si se
          preocupaba por su padre, o por su marido... Tanto el Duce como Donna
          Rachele se negaron a recibir a su yerno, pues Ciano había apoyado a la
          oposición  que se enfrentó con Mussolini. Finalmente, el Duce accedió a
          conversar con Ciano, en tanto que su esposa se negó rotundamente a ver al
          conde.
            –Le odio; estaría dispuesta a  estrangularle –afirmó  con temperamento
          meridional.
            Mussolini me rogó estuviese presente  en la  corta entrevista que iba  a
          tener con su  yerno. El conde Ciano  se presentó vestido con un  elegante
          traje azul de paisano; lo primero que hizo, fue felicitarnos. Me pareció que
          intentaba aclarar al Duce su antiguo proceder. Sin embargo, el encuentro
          fue tan frío que yo me sentí incómodo a pesar de mi simple condición de
          testigo. Al  cabo de pocos minutos, Mussolini  dio por terminada la
          entrevista, y  yo acompañé al conde Ciano hasta  la  puerta, donde  me
          despedí de él.
            A continuación, Mussolini me rogó tomase asiento junto a él ante la
          chimenea del salón. Comenzó a explicarme que, no tardando, iniciaría un
          proceso contra los principales responsables del complot. No pude
          mostrarme diplomático en aquella ocasión, y le espeté, recordando la visita
          del conde:
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