Page 307 - Vive Peligrosamente
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particularmente protegidos en tiempo de guerra. Sus "bastiones", por ello,
          pueden ser asaltados exactamente igual que cualquier otra fortaleza.
            Fue natural  que la prensa y los reporteros gráficos  me acosaran a
          preguntas. Se hicieron cargo de "mi caso" y escribieron una sarta de
          tonterías sobre mí. Igualmente continúa sucediendo en la actualidad. Fue
          una pena que la mayor parte de sus informes fueran producto de su fantasía
          y que, no siempre, estuvieran de acuerdo con la realidad. Por otra parte, yo
          no tenía ningún interés en que "mi  caso" fuese  ventilado a los cuatro
          vientos.
            Esto no impidió, sin embargo, que los comentarios de la  prensa
          extranjera, incluidas la inglesa y norteamericana,  me proporcionaran una
          gran alegría. Me sorprendió la caballerosidad con que la prensa aliada
          aceptó y comentó mi acción. En aquel entonces, cuando ésta era todavía
          reciente y continuábamos estando en guerra, no leí una sola crítica
          contraria. No hubo nadie  que criticase  mi persona  y  nuestra operación.
          ¡Todo lo contrario!, la elogiaban, llegando hasta el extremo de admirar
          nuestra forma de actuar. ¡Sólo fui criticado al terminar la guerra...!
            Yo habría preferido que la prensa alemana se hubiera limitado a
          publicar la primera información absteniéndose de dar nombres. Si hubiera
          actuado de tal manera, habría facilitado muchas de mis futuras acciones y
          ahorrado un gran número de preocupaciones.
            Pasados tres días regresé a Italia junto a mis hombres.
            Les llevé la  agradable sorpresa de  que nos habían dado permiso para
          Innsbruck. Yo sabía que  mis hombres se  sentirían  muy contentos al
          enterarse de tal noticia. Volvieron a poner a mi disposición de otro "He–
          111". En Berlín fui recibido por el jefe de  mi Sección, que  se había
          quedado en "casa"; me ofreció un gran ramo de flores y varios obsequios.
          Mis hombres se sentían orgullosísimos de que su comandante hubiera sido
          condecorado con la "Cruz de Caballero".
            Quise hacer  un alto en mi viaje a Viena para disfrutar, en  mi ciudad
          natal, de una corta estancia. El vuelo no vino a ser ninguna diversión. A la
          media hora de haber despegado, nuestro motor izquierdo empezó a arder.
          Pudimos alcanzar, con dificultades, un pequeño aeródromo, y tuvimos que
          hacer un aterrizaje forzoso.
            En el pequeño avión de pasajeros con el que regresé a Berlín, estalló un
          conducto del carburante, lo que nos obligó a hacer, por segunda vez, un
          aterrizaje forzoso.
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