Page 48 - Vive Peligrosamente
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Alrededor de las ocho de la noche, el doctor Seyss–Inquart habló por
radio. Dijo:
"...Toda vez que, como ministro del Interior que soy, continúo
ostentando mi cartera ministerial, me siento responsable de la tranquilidad
y del orden que debe imperar en el país, y ruego a todos los ciudadanos me
ayuden a mantener la calma. Es preciso que las próximas horas, y los
próximos días, transcurran en completa disciplina. Si en el día de hoy
sucediesen ciertos acontecimientos, éstos no deben, ni pueden, tomar el
carácter de demostraciones excesivas. Ruego, en particular, que se
mantenga la disciplina en el seno de las formaciones de seguridad
nacional–socialistas. Considero que son precisamente ellas las encargadas
de velar por que reine el orden y la tranquilidad, ya que sólo de esa forma
podrán tener una ascendencia sobre todos sus compañeros..."
Todos nos alegramos de la caída del gobierno, que había regido al país
durante seis años sin preocuparse de tener una base popular. Nunca
demostró estar capacitado para hacer frente a la crisis económica que
azotaba al país; tampoco había conseguido apaciguar las disensiones
interiores que duraban desde el año 1932.
Una llamada de los dirigentes de las asociaciones deportivas pro–
alemanas ordenó la reunión de todas ellas en la ciudad vieja. Ese día debía
culminar con un desfile de antorchas portadas por todos los "vieneses
nacionalistas". No pensé, ni por un momento, que a mí me tocara
desempeñar un papel de importancia en fecha tan señalada.
En mi coche me dirigí, con unos cuantos amigos míos, a la ciudad vieja.
Aparqué el vehículo en las cercanías de una conocida calle. Pude
comprobar que todas las calles estaban llenas de gente que deambulaba en
distintas direcciones.
Todo el mundo parecía muy contento, pero cada uno desconocía la
causa exacta de su alegría. Ninguno de nosotros podía prever lo que
sucedería ni las consecuencias que habrían de derivarse de aquel día. Nadie
se atrevía a esperar que aquellas agitadas horas darían como resultado la tan
esperada unión entre los dos países.
Vi desfilar a la primera columna de antorchas; al poco rato era
engrosada por una inmensa y "luminosa" masa de gente. Mis acompañantes
y yo nos limitamos a ser meros espectadores en una calle desde la que
podíamos observar perfectamente lo que sucedía. Sin embargo, no
olvidábamos, ni un momento, que el destino de nuestra patria estaba en
juego.