Page 52 - Vive Peligrosamente
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–¡Tómatelo con calma! Sólo de esa forma lograrás lo que te propones–
          me aconsejó el flemático Gerhard, que iba tranquilamente sentado a mi
          lado.
            Continuamos viajando en silencio por las calles de Viena; tuve que
          recurrir a todo mi dominio del coche para no tener un accidente, pues
          conducía como un loco. Las calles estaban muy concurridas a pesar de la
          hora; nos encontramos con grupos de gentes que deambulaban por ellas sin
          meta fija. También  me  parecía que había más coches que otros días
          normales. Con el fin de avanzar más rápidamente, me desvié por una calle
          paralela que me condujo al Mercado del trigo. Me iba preguntando: "¿Qué
          puedo hacer; cómo debo actuar?"
            Por el momento sólo podía hacer una cosa: esperar; ¡nada más! Rompí
          el silencio para decir a mi compañero:
            –¡Espero que no haya sucedido nada! Nos hemos visto mezclados en un
          asunto de vital importancia por pura casualidad.
            Mi amigo tardó en contestarme. Al cabo de un rato dijo con su flema
          habitual:
            –¡Ya verás cómo nos metemos en un embrollo!
            Nos encontrábamos en una calle menos concurrida, lo que me permitió
          avanzar más de prisa. Desemboqué en la calle principal y vi una pequeña
          columna de  vehículos a unos cuantos  metros de distancia de donde me
          hallaba. De pronto vi un coche que viraba hacia la izquierda; me pareció
          una "limosine" de color negro. Era posible que fuera la del Presidente. Noté
          que era seguido por cuatro o cinco coches. Logré pasar al último de ellos y
          me vi obligado a cortar el camino al penúltimo cuando estaba a punto de
          tomar una curva. Me sentí contento de ser un buen conductor, de que no se
          me escapaba el control de mi coche. Tenía delante de mí, todavía, cuatro
          coches; pero sabía que lograría pasarlos.
            Sólo tenía un pensamiento: "¡Debo  ponerme detrás del coche del
          Presidente!  ¡Es necesario que lo consiga!"
            La pausada voz de Gerhard dijo:
            –Hemos tenido una suerte enorme al pasar a todos esos coches.
            Vi que el segundo de los vehículos viraba hacia la izquierda y se
          adentraba en la Reisnerstrasse. Llegué ante la casa al mismo tiempo que lo
          hacía el segundo coche. Un señor acababa de descender de la "limosine"
          negra y se acercaba a la cancela con pasos cortos y rápidos. Paré mi coche a
          unos diez  metros de distancia del Palacio y salí rápidamente. Comprobé
          que los cuatro ocupantes del segundo coche empezaban a cruzar la cancela
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