Page 53 - Vive Peligrosamente
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en aquel momento. Lo que entonces sucedió fue tan rápido, que no tuve
          tiempo de pensar; me limité a actuar instintivamente.
            Mezclado con los cuatro hombres aludidos  llegué hasta un pequeño
          vestíbulo desde el que vi una ancha escalera que conducía al primer piso,
          por la que el presidente Miklas subía apresuradamente. Unos soldados
          aparecieron en el rellano superior y se acercaron al Presidente.  Yo  me
          apresuré a subir los escalones de dos en dos.
            Nos encontramos todos en medio de la escalera. Un teniente del
          Batallón de la Guardia y algunos soldados cerraron el paso al señor Miklas.
          Yo estaba frente a ellos; casi podía tocarlos. Tanto el Presidente como el
          oficial se habían parado  unos cuantos escalones  más arriba  de donde  yo
          estaba, lo que  me hizo parecer que eran de mi  misma estatura.  El joven
          teniente chilló:
            –¡Alto!
            Parecía estar enormemente excitado.
            –¡Calma! –respondí cuando volvió a repetir su intimación.
            Me volví para ver lo que estaba sucediendo a mis espaldas; tanto la
          escalera como el vestíbulo estaban invadidos por una veintena de hombres.
          Todos parecían indecisos; no sabían  qué hacer. Me apresuré a gritar de
          nuevo:
            –¡Calma!
            Me di cuenta de que  el oficial era lanzado hacia  mí por sus
          subordinados. Me planté ante él. Eran unos quince los soldados que estaban
          detrás suyo. Ordenó él:
            –¡Preparen las armas!
            Los hombres que mandaba no perdieron el tiempo. Sacaron sus pistolas
          automáticas y nos apuntaron al Presidente y a mí. Cuando, de nuevo, volví
          la cabeza,  comprobé que algunos de los hombres que  estaban en el
          vestíbulo también habían sacado sus armas. Yo pensé: "Sólo el azar puede
          decidir lo que suceda a continuación; si todos nos ponemos nerviosos, se
          desencadenará aquí el caos. ¡Vaya estupidez!
            De repente oí que yo mismo chillaba:
            –¡Conservad la calma! ¡No hagáis estupideces!
            Mis palabras, dichas inesperadamente, produjeron  el efecto deseado.
          Hice lo posible por permanecer tranquilo y dije al teniente:
            –Si pasa alguna cosa aquí, le consideraremos responsable de ella. He
          sido enviado por el nuevo gobierno para procurar que todo se desarrolle en
          perfecto orden.
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