Page 51 - Vive Peligrosamente
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reconocido porque se apresuró a alcanzarme. Este encuentro me sorprendió
          mucho. Nunca hubiese creído de él  que fuese un hombre que "hiciese
          política". Sabía que era un organizador excepcional de las asociaciones
          deportivas, que era querido y admirado por todos, pero... ¡nada más!
            Estaba bastante excitado. Me dijo:
            –Me alegro de encontrar a un hombre digno de toda mi confianza. Me
          gustaría pedirle un favor, querido Skorzeny.
            Estaba demasiado sorprendido para preguntarle si  había visto salir el
          coche negro  y  quiénes eran sus ocupantes. Me limité a asentir con la
          cabeza. Y él continuó:
            –El coche que acaba de salir va ocupado por el presidente  Miklas.
          Nosotros, los de la Cancillería,  tenemos grandes preocupaciones.
          Acabamos de enterarnos  de que una  parte del batallón de la policía se
          encuentra estacionado en las inmediaciones del  Palacio presidencial;
          también sabemos que un pequeño grupo de soldados de la guardia ha
          recibido la orden de velar por la seguridad del Presidente. Tememos que los
          dos grupos armados se enfrenten y que pueda producirse una lucha entre
          ellos, cosa que sería considerada como muy grave,  ya  que malograría el
          desarrollo pacífico de los acontecimientos que se han iniciado en el día de
          hoy.
            Hizo una breve pausa y, seguidamente, me preguntó:
            –¿Quiere ayudamos? ¿Tiene aparcado su coche en las cercanías?
            –¡Estoy a su completa disposición! –contesté.
            –Lléguese lo antes posible –dijo él–  a la Reisnerstrasse, actúe si lo
          considera necesario, y evite, a toda costa, que se cometa un disparate.
            Weiss  me apretó la mano, me rogó  que me diera prisa,  y  volvió a
          recomendarme que actuara con cautela.
            Arrastré conmigo a  mi amigo Gerhard  y nos apresuramos en llegar
          donde tenía aparcado el  coche. Recuerdo que grité a  mi amigo, que
          caminaba unos pasos detrás:
            –¡Esperemos que todo salga bien!
            Me apresuré  a entrar en mi coche y lo puse en marcha en un abrir y
          cerrar de ojos. En aquellos  momentos sólo pensé: "¡Menos mal que mis
          continuos viajes en coche a través de las calles de Viena me sirven, en estos
          momentos, para poder circular con rapidez!"
            Pasé por detrás del Teatro Popular y tomé la curva de su esquina a gran
          velocidad.
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