Page 56 - Vive Peligrosamente
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desarrollo de los acontecimientos que se habían sucedido en el intervalo de
las últimas horas, especialmente de la última media hora.
Es extraño. Después de un rato de excitación nerviosa, sólo hay un
medio para recobrar la calma: ¡El humo de un cigarrillo que sostenemos
entre nuestros labios!
Di un corto paseo por el jardín y me di cuenta de que todos,
absolutamente todos, habíamos tenido la suerte de nuestro lado. Estaba
seguro de que la reacción excitada de un solo hombre nos habría podido
costar la vida. Fue entonces cuando pensé que la casualidad me había
permitido desempeñar un destacado papel en los acontecimientos de una
jornada tan decisiva para Austria como la que acabábamos de vivir. Un
papel que yo consideraba sin importancia, pero... ¡algo es algo!
El episodio que acabo de narrar no fue conocido del público. Y terminó
dos días después con un fuerte apretón de manos que me dio el doctor
Seyss–Inquart.
No obstante, aquella misma noche recibimos una visita inesperada, un
poco después de las doce. El jefe del batallón de la Guardia, un teniente
coronel, vino a hablarnos. Me dirigió una serie de palabras de alabanza, ya
que, según dijo, estaba completamente convencido de que mi intervención
había impedido un desagradable choque que habría podido ocasionar
víctimas. A pesar de que sus palabras me halagaron, me sentí decepcionado
por los reproches que hizo de la actitud del oficial. Por ello le hice constar,
muy seriamente, que el teniente se había limitado a cumplir con su deber y
que su comportamiento había sido totalmente correcto. Poco tiempo más
tarde volví a encontrar, por casualidad, al joven oficial; se había convertido
en un capitán del nuevo ejército alemán.
Recuerdo que aquella noche él y yo estuvimos hablando hasta bien
entrada la madrugada; y que el suboficial a sus órdenes nos informó de una
noticia que acababa de ser difundida por la radio.
–Italia –nos dijo–, ha devuelto a Austria el Sur del Tirol. Adolf Hitler ha
dirigido un telegrama a Mussolini agradeciéndole su generosa acción.
La alegría que nos causó tal noticia, en un día tan señalado para Austria,
nos impidió conciliar el sueño durante el resto de la velada.
Desgraciadamente, los periódicos de la mañana se encargaron de hacer
desaparecer nuestra alegría. La noticia dada la noche anterior era falsa.
Hitler se había limitado a agradecer a Mussolini su comprensión frente a
los problemas austriacos.