Page 121 - El Misterio de Belicena Villca
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serían los Cátaros: éstos eran, sí, enemigos de la Iglesia, a la que denominaban
                 “la Sinagoga de Satanás”.
                        Para comprender el problema hay que considerar que lo que los Cátaros
                 conocían en realidad era la Sabiduría Hiperbórea, a la que enseñaban valiéndose
                 de símbolos tomados del mazdeísmo,  del zervanismo, del gnosticismo, del
                 judeocristianismo, etc. Por consiguiente, predicaban que  el Bien era de
                 naturaleza absolutamente espiritual y estaba del todo fuera de este Mundo;  el
                 Espíritu era Eterno e Increado y procedía del Origen del Bien; el Mal, por el
                 contrario, tenía por naturaleza todo lo material y creado; el Mundo de la
                 Materia, donde habita el animal hombre, era intrínsecamente maligno; el Mundo
                 había sido Creado por Jehová Satanás, un Demiurgo demoníaco; rechazaban,
                 por lo tanto, la Biblia, que era la “Palabra de Satanás”, y repudiaban
                 especialmente el Génesis, donde se narraba el acto de Crear el Mundo por parte
                 del Demonio; la Iglesia de Roma, que aceptaba la Biblia era, pues, “la Sinagoga
                 de Satanás”, la morada del Demonio; el animal hombre, creado por Satanás,
                 tenía dos naturalezas: el cuerpo material y el Alma; a ellas se había unido el
                 Espíritu Increado, que permanecía desde entonces prisionero de la Materia;
                 el Espíritu, incapaz de liberarse, residía en el Alma, y el Alma animaba el
                 cuerpo material, el cual se hallaba inmerso en el Mal del Mundo Material; el
                 Espíritu se hallaba, así, hundido en el Infierno, condenado al dolor y al
                 sufrimiento que Jehová Satanás imponía al animal hombre.
                        Los Cátaros, es decir, los  Hombres “Puros”, debían pretender el Bien.
                 Eso significaba que el Espíritu debía  regresar a su Origen, aborreciendo
                 previamente el Mal  del Mundo Material.  Aseguraban que el Espíritu Santo
                 estaba siempre dispuesto para auxiliar al Espíritu prisionero en la materia y
                 que respondía a la solicitud de los Hombres Puros; entonces los Cátaros
                 tenían el poder de transmitir el Espíritu Santo a los necesitados de ayuda por
                 medio de la imposición de manos, acto al que denominaban “Consolamentun”.
                 Afirmaban, además,  la existencia de un Kristos Eterno e Increado, al que
                 llamaban “Lucibel”, que solía descender voluntariamente al Infierno del Mundo
                 Creado para liberar al Espíritu del hombre; rechazaban la cruz por constituir un
                 símbolo del encadenamiento espiritual y del sufrimiento humano; eran
                 iconoclastas a ultranza y no admitían ninguna forma de representación de las
                 verdades espirituales; practicaban la pobreza y el ascetismo, y desconfiaban de
                 las riquezas y bienes materiales, especialmente si procedían de personas que se
                 decían religiosas; sostenían  que la más elevada virtud era la comprensión y
                 expresión de la Verdad, y que el más grande error era la aceptación y
                 propagación de la mentira; reducían la alimentación al mínimo y recomendaban
                 no abusar del sexo; prohibían la procreación de hijos porque contribuía a
                 perpetuar el encadenamiento del Espíritu a la Materia.
                        Es evidente, Dr. Siegnagel, que los conceptos de  la religión cátara no
                 procedían de una herejía católica sino de la Sabiduría Hiperbórea. Sin embargo,
                 a quienes desconocían tal filiación o estaban fanatizados y controlados por los
                 Golen, no era difícil convencerlos de que se trataba de una diabólica herejía;
                 especialmente si la mirada se posaba sobre la forma  exterior del catarismo.
                 Porque los Cátaros, con el fin declarado de competir con los católicos por el favor
                 del pueblo, se habían organizado también como Iglesia. El por qué de esta
                 decisión, que los iba a enfrentar de manera desventajosa con una Europa
                 católica condicionada ya por la idea de que era legítimo montar “Cruzadas”

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