Page 119 - El Misterio de Belicena Villca
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de su madre Judith, descendiente de  Welf, o Güelfo  IV, duque de Baviera,
                 acérrima partidaria del Papa, de donde viene el nombre de “güelfos” dados a sus
                 seguidores. Así, pese al lavado de cerebro y adoctrinamiento clerical a que fue
                 sometido Federico II durante los años que permaneció bajo la tutela del feroz
                 Inocencio III, nada pudo evitar que la Voz de  su Sangre Pura le revelase la
                 Verdad del Espíritu Increado, que su herencia Divina lo transformase en la
                 expresión viva de la Aristocracia del Espíritu, en el Emperador Universal.
                        Antes de partir a Palestina en 1227,  Federico II se había convertido en
                 Hombre de Piedra, en Pontífice Hiperbóreo, y había recordado el Pacto de
                 Sangre de los Atlantes blancos. Y decidió luchar con todas sus fuerzas para
                 revertir el orden de la sociedad europea, que estaba basado en la  unidad del
                 Culto, es decir, en el Pacto Cultural, en favor del Pacto de Sangre. La solución
                 escogida por Federico II consistía en minar la unidad imperial de entonces, cuyas
                 monarquías estaban totalmente condicionadas por la Iglesia, concediendo el
                 mayor poder posible a los Señores Territoriales: ellos serían, desde luego, los
                 que reconocerían con su Sangre Pura al Verdadero Líder Espiritual de Occidente,
                 el que vendría a instaurar el Imperio Universal del Espíritu. En cambio la Iglesia
                 Golen, frente al creciente poder de los  príncipes, sólo vería desintegrarse la
                 unidad política que tan necesaria era  para sus planes de dominación mundial:
                 una unidad política que había edificado sobre el cimiento de incontables crímenes
                 perpetrados durante siglos  de intrigas y engaños, que había proyectado en el
                 Secreto de los monasterios benedictinos y cistercienses, que había impuesto en
                 las mentes crédulas y temerosas de los nobles mediante la amenaza de la
                 “pérdida del Cielo”, la excomunión, el  chantaje del terror,  y toda suerte de
                 recursos indignos.
                        Esa unidad política controlada discretamente por la Iglesia, que ahora
                 disponía de una poderosa Banca y de una Orden militar, resultaría fatalmente
                 desestabilizada por Federico II. En 1220, cuando aún  obedecía al plan de los
                 Golen, Federico  II concedió a los príncipes eclesiásticos los derechos de
                 reglamentar el tráfico comercial en sus territorios y decidir sobre su fortificación.
                 Empero, en 1232, confirió estos mismos  derechos a los Señores Territoriales
                 además de autorizarles la jurisdicción  completa de sus países: en la práctica,
                 esto significaba que asuntos tales como la  moneda, el mercado, la justicia, la
                 policía, y las fortificaciones, quedaban para siempre sujetos a la potestad de los
                 Señores Territoriales, no teniendo ya el Rey, ni el Papa, poder ejecutivo alguno
                 en sus respectivos países.
                        Después de la muerte de Federico II, en 1250, jamás conseguirá la Iglesia
                 Golen otra oportunidad semejante para cumplir con los planes de la Fraternidad
                 Blanca: en Alemania sobrevendrá el Interregno, durante el  cual los Señores
                 Territoriales se harán cada vez más poderosos e independientes; y en Francia,
                 gobernará Felipe  IV, el Hermoso, quien  concluirá la obra de Federico  II
                 procediendo a aniquilar a la Orden del Temple y a desmantelar la infraestructura
                 de la Sinarquía financiera.

                        Como segunda causa del fracaso del plan Golen, causa principal, causa
                 esotérica, he mencionado a la “oposición de la Sabiduría Hiperbórea”: con tal
                 denominación me refiero, lógicamente, a la  oposición consciente que ciertos
                 sectores llevaron adelante contra las  intrigas secretas de los Golen y sus
                 organizaciones cistercienses y templarias.

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