Page 130 - El Misterio de Belicena Villca
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a punto de cumplirse: la garantía de ello, el instrumento de la dominación
                 universal, sería el joven Emperador Federico II, que por esos días estaba en un
                 todo de acuerdo con la Estrategia Golen. Empero, Federico II iba a cambiar
                 sorpresivamente de actitud y a asestar un golpe mortal a los planes de la
                 Fraternidad  Blanca: y la causa principal de ese cambio, de esa manifestación
                 espiritual que brotaba de  su Sangre Pura y lo transformaba en un Señor de
                 Señores, era la Presencia efectiva del Gral de Kristos Lúcifer.
                        Los Cátaros, en efecto, pagando el cruel precio del exterminio al que los
                 habían condenado los Golen benedictinos, consiguieron en cien años enfrentar a
                 todo un pueblo de Sangre Pura contra las Potencias de la Materia. El Pacto de
                 Sangre había sido así restaurado, pero no se podría ganar en el enfrentamiento
                 porque aún no era el tiempo de librar la Batalla Final sobre la Tierra: el momento
                 era propicio, en cambio, para morir con Honor y aguardar en el Valhala, en
                 Agartha, la señal de los Dioses Liberadores para intervenir en la Batalla Final que
                 vendría. Pero, aunque no se pudiese ganar la actual  batalla, las leyes de la
                 guerra exigían infligir el mayor daño posible al Enemigo; y, en ese caso, el mayor
                 descalabro en los planes del Enemigo lo produciría la manifestación del Gral. Por
                 eso los Cátaros, pese a las persecuciones encarnizadas de los Cruzados y Golen
                 que los iban diezmando, y a las espantosas matanzas colectivas de creyentes,
                 trabajaban sin descanso desde Montsegur para estabilizar espacialmente al Gral
                 y aproximarse a él en cuerpo físico.
                        Se puede considerar que  los resultados concretos de aquella Estrategia
                 Hiperbórea se habrían producido en el año 1217: entonces la Presencia física del
                 Gral ejecutó la  tabula regia y confirmó que Federico II Hohenstaufen era el
                 verdadero Rey de la Raza  Blanca, el único con condiciones espirituales para
                 instaurar el Imperio Universal de la Sangre Pura.  Y en coincidencia con la
                 aparición del Gral en Montsegur, simultáneamente, Federico  II alcanzaba en
                 Sicilia la comprensión de la Sabiduría Hiperbórea y se trasmutaba en Hombre de
                 Piedra: desde ese momento comenzaría su guerra  contra los “Papas de
                 Satanás”, “los Anticristos”, como él los denominaba en sus libelos; también
                 prohíbe el tránsito y toda operación económica o militar de los Templarios en su
                 Reino, abriéndoles juicio por herejía. Es entonces cuando Federico  II afirma
                 públicamente que “los tres Grandes Embusteros de la Historia fueron Moisés,
                 Jesús, y Mohamed, representados actualmente por el Anticristo que ocupa el
                 Trono de San Pedro”.
                        Con la decidida e imprevista acción de Federico II la delicada arquitectura
                 de intrigas edificada por los Golen  comenzaba a desmoronarse. Pero la
                 Fraternidad Blanca, y los Golen, sabían muy bien de dónde procedía el ataque
                 real y, lejos de trabarse en un enfrentamiento directo, e inútil, contra el
                 Emperador, concentraron todos sus esfuerzos en el Languedoc que a partir de
                 allí se convertiría en un auténtico Infierno: era urgente dar con la construcción
                 mágica que sostenía al Gral y destruirla; era necesario, pues, obtener la
                 información lo más rápidamente posible.
                        Ya no se enviaría a los herejes inmediatamente a la hoguera: ahora era
                 necesario obtener su confesión, descubrir sus lugares secretos, el sitio de sus
                 ceremonias. Para esta misión se perfecciona la forma de  inquirir sobre la fe
                 instituyendo el uso de la tortura, la extorsión, el  soborno, la delación y la
                 amenaza. Y como semejante tarea de interrogación de prisioneros, que
                 apreciaban morir antes de hablar, no podía  ser realizada ya solamente por los

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