Page 135 - El Misterio de Belicena Villca
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Mas, para que tal derecho no pudiese  ser negado por los Golen, era
                 necesario que Domingo se  hiciese conocer fuera de España, que diese a los
                 pueblos el ejemplo de su humildad y  santidad. El Obispo de Osma, Diego de
                 Acevedo, que compartía secretamente las ideas de los Señores de Tharsis,
                 decidió que el mejor lugar para enviar a Domingo era el Sur de Francia, la región
                 que en ese momento se encontraba agitada por un enfrentamiento con la Iglesia:
                 la gran mayoría de la población occitana se había volcado a la religión cátara,
                 que según la Iglesia constituía “una abominable herejía”, y sin que los
                 benedictinos del Cluny y del Císter, tan poderosos en  el resto de Francia,
                 hubiesen podido impedirlo. Con ese fin, el Obispo Diego consiguió la
                 representación del Infante Don Fernando para concertar el casamiento con la hija
                 del Conde de la Marca, lo que le brindaba la oportunidad de viajar a Francia
                 llevando consigo a Domingo de Guzmán, a quien ya había nombrado Presbítero.
                 Ese viaje le permitió interiorizarse de la “herejía cátara” y proyectar un plan. En
                 un segundo viaje a Francia, muerta la hija del Conde, y decidida la misión de
                 Domingo, ambos clérigos se dirigen a Roma: allí el Obispo Diego gestiona ante el
                 terrible Papa Golen Inocencio  III la autorización para recorrer el Languedoc
                 predicando el Evangelio y dando a conocer el uso del Rosario.
                        Obtenida la autorización ambos parten desde Montpellier a predicar en las
                 ciudades del Mediodía; lo hacen descalzos y mendigando el sustento, no
                 diferenciándose demasiado de los Hombres Puros  que transitan profusamente
                 los mismos caminos. La humildad y austeridad de que hacen gala contrasta
                 notablemente con el lujo y la pompa de los legados papales, que en esos días
                 recorren también el país tratando de poner freno al catarismo, y con la ostensible
                 riqueza de Arzobispos y Obispos. Sin embargo, recogen muestras de hostilidad
                 en muchas aldeas y ciudades, no por sus actos, que los Hombres Puros
                 respetan, ni siquiera por su prédica, sino por lo que representan: la Iglesia de
                 Jehová Satanás. Pero aquellos resultados estaban previstos de antemano por
                 Petreño y Diego de Osma, que habían impartido instrucciones precisas a
                 Domingo sobre la Estrategia a seguir.

                        El punto de vista de los Señores de Tharsis era el siguiente: observando
                 desde España la actitud abiertamente combativa asumida por el Pueblo de Oc
                 hacia los Sacerdotes de Jehová Satanás, y considerando la experiencia que la
                 Casa de Tharsis tenía sobre situaciones semejantes, la conclusión evidente
                 indicaba que la consecuencia sería la destrucción, la ruina, y el exterminio. En
                 opinión de los Señores de Tharsis, el suicidio colectivo no era necesario y, por el
                 contrario, sólo beneficiaba al Enemigo; pero, era claro también, que los Cátaros
                 no se percataban completamente de la situación, quizá por desconocer la
                 diabólica maldad de los Golen, que constituían el Gobierno Secreto de la Iglesia
                 de Roma, y por percibir solamente el aspecto superficial, y más chocante, de la
                 organización católica. Mas, si bien los Cátaros no suponían que los Golen, desde
                 el Colegio de Constructores de Templos del Cister, habían decretado el
                 exterminio de los Hombres Puros y la destrucción de la civilización de Oc, y que
                 cumplirían esa sentencia hasta sus últimos detalles, no era menos cierto que tal
                 posibilidad no los preocuparía en absoluto: como tocados por una locura mística,
                 los Hombres Puros tenían sus ojos clavados en el Origen, en el Gral, y eran
                 indiferentes al devenir  del mundo. Y ya se vio cuan efectiva fue aquella


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