Page 136 - El Misterio de Belicena Villca
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tenacidad, que permitió la manifestación del Gral y del Emperador Universal, y
causó el Fracaso de los Planes de la Fraternidad Blanca.
Frente a la intransigencia de los Cátaros, Domingo y Diego recurren a un
procedimiento extremo, que no podía ser desaprobado por la Iglesia: advierten, a
quien los quiera oír, sobre la segura destrucción a que los conducirá el
sostenimento declarado de la herejía. Mas no son escuchados. A los creyentes,
que constituyen la mayoría de la población occitana y que, como toda masa
religiosa, no domina las sutilezas filosóficas, se les hace imposible creer que
pueda triunfar el Mal sobre el Bien, es decir, que la Iglesia de Roma pueda
destruir efectivamente a la Iglesia Cátara. Y a los Cátaros, que saben que el Mal
puede triunfar sobre el Bien en la Tierra, ello los tiene sin cuidado pues en
todo caso sólo se trata de variaciones de la Ilusión: para los Hombres Puros, la
única realidad es el Espíritu; y esa Verdad significa el definitivo y absoluto triunfo
del Bien sobre el Mal, vale decir, la Permanencia Eterna de la Realidad del
Espíritu y la Disolución Final de la Ilusión del Mundo Material. Corre el año 1208
y, mientras el pueblo se encuentra afirmado en estas posiciones, el Papa
Inocencio III anuncia la Cruzada en represalia por la muerte de su legado Pedro
de Castelnaux. Es tarde ya para que la predicación de Santo Domingo surta
algún efecto. Sin embargo, el objetivo principal de la misión, que era imponer la
figura santa de Domingo y hacer conocer sus aptitudes como organizador y
fundador de comunidades religiosas, se estaba consiguiendo. En aquel año, en
tanto se producía la matanza de Bezier y otras atrocidades Golen, Santo
Domingo realizaba su primera fundación en Fanjeaux, cerca de Carcasona.
Había comprendido de entrada que las damas occitanas presentaban una
especial predisposición para el A-mort espiritual y por eso establece allí el
monasterio de Prouille, cuyas monjas se dedicarán al cuidado de niños y al Culto
de la Virgen del Rosario: la primera Abadesa fue Maiella de Tharsis, gran iniciada
en el Culto del Fuego Frío, enviada desde España para esa función. Y aplica
entonces uno de los principios estratégicos señalados por Petreño: para escapar
al control de los Golen, en alguna medida, era imprescindible desechar la Regula
Monachorum de San Benito. De allí que Santo Domingo haya dado a las monjas
de Prouille la Regla de San Agustín.
Desde luego, Santo Domingo y Diego de Osma no actuaban solos: los
apoyaban algunos Nobles y clérigos que profesaban secretamente el Culto del
Fuego Frío y recibían asistencia espiritual de los Señores de Tharsis. Entre ellos
se contaban el Arzobispo de Narbona y el Obispo de Tolosa, quienes contribuían
a esa obra con importantes sumas de dinero. Este último, era un Iniciado
genovés de nombre Fulco, infiltrado por los Señores de Tharsis en el Cister y que
no sería descubierto hasta el final: en aquellos días el Obispo Fulco pasaba por
enemigo jurado de los Cátaros, defensor de la ortodoxia católica, y aprovechaba
ese prestigio para promocionar ante los legados papales y sus superiores del
Cister la obra monástica de Domingo y su santidad personal.
En los años siguientes, Santo Domingo intenta llevar a cabo el plan de
Petreño y funda una hermandad semilaica, al tipo de las Ordenes de caballería,
llamada “Militia Christi”, de la cual habría de salir la Tertius ordo de
paenitentia Sancti Dominici, cuyos miembros fueron conocidos como “monjes
Terciarios”; pero pronto esta organización se mostró ineficaz para los objetivos
buscados y se tuvo que pensar en algo más perfecto y de mayor alcance.
Durante varios años se planificó la nueva Orden, tomando en consideración la
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